jueves, 29 de marzo de 2007

UNA HISTORIA DE AMOR

Una mañana, sentado en su altar, en ese gigante mirador desde donde divisa todo el mundo terrenal, Cristo, preguntó a uno de sus ángeles más especiales ¿cuál es la obra divina que hoy debemos de hacer? Cupido, que en ese momento analizaba la hoja de vida de una pareja del país del Perú, no dudo un solo instante ante la interrogante. ¡Aquí la tengo, dijo! “!Es la historia de dos jóvenes éxitosos, trabajadores pero por sobre todas las cosas, nobles, de buen corazón, en Sudamérica!”.
A ver, te escucho, replicó el hacedor…

“Ella es una mujer bella física y espiritualmente, nacida en Chiclayo, un lugar de la costa del Perú; él, de Trujillo, también costa peruana, un tipo mas o menos parecido, de buen corazón y altruista como los mejores cristianos, pero tiene un gran defecto: es muy voluble en sus sentimientos, que busca una mujer como la que lo cobijo cuando niño, un defecto devenido de una adolescencia traumática a causa de la muerte súbita de su querida madre, doña Rosita, la doctora que ahora nos cuida a los ángeles enfermos”
“Todo el proceso que ha seguido su amor lo hace muy singular mi señor, desde la forma en que se conocieron incluso: una tarde de setiembre de 1997 cuando él ingreso sorpresivamente a un aula de la universidad donde estudiaban y la golpeó a la altura del pecho. Lo recuerdo perfectamente pues yo estaba justamente cargando mis flechas cuando sentí el llamado. Creo que no siquiera tuve necesidad de lanzar al blanco pues el amor nació espontáneo. La verdad, casos como esos uno en un millón”

“Pero como todo gran amor debe tener sus sacrificios antes de consolidarse. A lo largo de ocho años de intensa relación el joven ha sufrido variantes emocionales por razones ya expuestas que lo han llevado a cometer crasos errores hasta separarse de la mujer que ama por casi un año ya. Ella, en tanto, ha pretendido olvidar su amor vistiéndose acorazada, tornándose, en la mayoría de casos, dura e indiferente a la apertura de una nueva relación”.
Tras la primera exposición, Cristo, reconociendo su admiración por tal caso, repuso la réplica: ¿Y que razón te lleva a pensar que debemos actuar, mi querido Cupido?
“Es que ninguno, ha pesar de las oportunidades, trabas, provocaciones, golpes y demás, ha podido rehacer sus vidas afectivas mi querido señor y además, ambos poseen valores que los hacen complementarios, el uno para el otro. Ella por ejemplo, es muy temperamental, pero él siempre la ha sabido controlar con ternura. El es muy sentido, y solo ella sabe recuperarlo. El es muy inteligente, ella, intuitiva y muy esforzada. Usted sabe que hay personas que nacen para estar juntos y nunca separarse”

La sustentada explicación del ángel del amor hizo reflexionar por un momento al Supremo quien recogió la hoja de vida común de ambos jóvenes, la miro un momento mientras caminaba lentamente y de un lado para otro en la sala principal de la iglesia principal de la Casa Celestial, al tiempo que con una mano se cogía la barbilla y la otra la base del libro de amores de su leal súbdito. Tras un par de minutos, reaccionó….
“¡Tienes razón, definitivamente tienes razón Cúpido! ¡Ay hijo, usted nunca estuvo tan acertado como hoy, esta pareja definitivamente debe prolongarse por la faz de la tierra y promover su semilla en todos los lugares del mundo!, ¡Ve, ve y no pierdas tiempo por favor!. Ah, al joven lo encontrarás en un recóndito lugar de la sierra peruana, un paraje que se llama Sayapullo”

Entonces, presto como un soldado que se dispone a la guerra, Cupido viajó veloz durante días y noches por ciudades y selvas, valles y montañas, mares y desiertos, luz y penumbra, hasta llegar a la tierra señalada por su señor. Allí, sentado sobre un poyo de baja altura y charlando junto a tres amigos en una noche de intenso frío, ubicó al joven enamorado. Justo en ese momento relataba a sus amigos como extrañaba a su querida doncella pero la necesidad que tenía de sentirse completamente seguro de ese amor. Una convicción que sólo Dios, a través del flechador Cupido, le debía dar. Y así ocurrió. El flechador sacó de su capacho su herramienta más fina y preciada y con un disparo muy certero y analizado insertó el pecho del afortunado que, tras un segundo de súbita somnolencia, reaccionó renovado pero sobre todo, completamente enamorado, para la eternidad.

Hoy, han pasado cuatro meses de aquel flechazo salvador, el joven se ha consolidado como un hombre de bien y de ideas seguras respecto de su amor al punto que ha buscado a los amigos leales y padres de ella para pedirles su perdón por los errores cometidos. Sabe que Dios lo ha iluminado y con la venia de su madre Rosita, quiere casarse y ser muy feliz con la única mujer a la que ha amado. En tanto, la joven parece resistirse a creer que lo que más a ansiado en la vida: vestirse de blanco y ser recogida en la iglesia, está a punto de concretarse. Al mismo tiempo, Cúpido y toda su legión de flechadores, siguen con expectativa inusitada el desenlace para comunicárselo a Dios y romper en celebraciones de mil saetazos…



Trujillo, enero del 2007
Dedicado a mi amor de siempre, mi amiga, mi amante, mi confidente, y… , lo que ahora deseo, mi esposa.
Oswaldo Rivasplata