miércoles, 20 de noviembre de 2013

Ironías,  el grave lamento mutó, luego, a sumo placer, con el paso del tiempo
La pérdida costó algunas malas caras, resquemores y soles...
Pero, nada, comparado con volver a ser, con la risa entre el arenal y la manganchería…
de recuperar la libertad y sus bemoles...


(Historia, breve, de un celular. Muy al norte)

viernes, 1 de noviembre de 2013

ANGELES APARECIDOS



ASI COMO LAS ROSAS MAS HERMOSAS PUEDEN EMBELLECERSE EN EL ESTIERCOL, PASA QUE DE LABERINTOS DE MUERTE VES  SURGIR ALADOS EN SANTIFICADO BLANCO. INOCENTES Y NOBLES CUAL MAS SACRO.  Y HASTA TE HABLAN EN ESA LENGUA RARA QUE SEGURO VIENE DEL PARAISO, INDESCIFRABLE PERO COMPRENSIBLE.

¿LE LIMPO NICHO?, ¿LE LIMPO NICHO?, GRITA SIN SEñALES. QUIZA SE RECONOCE APERCIBIDO. QUE CON CUATRO AñOS Y FIGURA DE DIBUJO ANIMADO NUNCA FALTARA QUIEN ACEPTE SUS SERVICIOS O, ENTRE DUDAS Y CONVICCIONES, LE DIGA: HEY, LIMPO NICHITO!, VEN! COMO OCURRIO CONMIGO.
Y HABLAMOS BUEN TIEMPO FRENTE AL PABELLON SAN DIEGO MIENTRAS ZARANDEABA SU PAñUELO ROSA CONTRA LA SUPERFICIE DE LA LAPIDA. DE QUE SUS PADRES Y HERMANO MAYOR TAMBIEN SE DEDICAN A LIMPIAR CAPILLAS, QUE TIENE CUATRO HERMANOS ADICIONALES PERO A DOS LOS MATARON Y OTROS DOS FUERON AL SERVICIO MILITAR.
¿Y DONDE VIVES? PUALLAZAZA! EXAGERANDO LOS GESTOS, POR DONDE PASAN LOS BLANCOS Y AMARILLOS. Y VUELVE A SACUDIR LA FRANELA SOBRE EL COSTADO DE SU PANTALON PESCADOR, TAN SUCIO QUE HASTA LA FIGURA BORDADA DE BEN 10 AL MUSLO SE PERCIBE DIFUSA.
¿Y VAS AL COLEGIO? POR LAS MAñANAS, RESPONDE SIN MIRAR. LUEGO, ¿QUE HAGO CON ESTA FLOR?, COGIENDO UNA ROSA ARTIFICIAL QUE CAYO AL SUELO.

PONTELA COMO ADORNO SOBRE LA CABEZA, LE RIO. ME MIRA CON DUDAS Y SE LA HUMDE CON ENFASIS DENTRO DEL BOLSILLO, DE REPENTE SUPONIENDO QUE SE LA VOY A QUITAR. SUS ZAPATILLAS SON AZULES Y LOS CORDONES DESATADOS Y ARRASTRADOS PARECEN CULEBRAS QUERIENDO ESCAPAR. EL CABELLO, CASTAñO, MEDIO CORTO E HIRSUTO. UNA CICATRIZ, QUE NO QUIERE REVELAR COMO SE LA HIZO, LE SURCA LA CIEN DERECHA. NO DEJA SU LOCUACIDAD – JI, JI, JA,JA, MI MAMA TA POR ALLI. Y ESO ME CONSUELA.
DE PRONTO, SE ENTUSIASMA CUANDO ME DESCUBRE TOMANDOLE FOTOS.
¿A VER?, ESCRUTA EL CELULAR COMO SI FUERA BILLETE FALSO.

EL SOL DE PONIENTE SE VE ATRAVESADO ALERTANDOME LA HORA.
CHAU, GRACIAS

¿MI PLATA? ¡PURESE QUE TODOS QUIEREN QUE YO LES LIMPE SU NICHO. ¡ME LLAMAN CADA RATO!

SEGURO, NO LO DUDO, ERES MUY BUENO, REPLICO, Y LE ENTREGO UNA MONEDA DE SOL. Y PIENSO EN CUANTA INJUSTICIA PODEMOS SOPORTAR.
ME SONRIE, ¡CHAU BRUJO!, Y ME DEJA CON LOS OJOS COMO SAPO, ENTRE RISA O PESADUMBRE.

DE PRONTO, CUANDO SU FIGURA YA SE CONFUNDE EN UN LARGO CALLEJON DE FONDO GRISACEO, ¡CHAU, AMIGOOOO!, GRITA, HOY SI CON SEñALES.
Y LA SONRISA ME VUELVE IGUAL QUE UN CLAVEL CUANDO FLORECE.

lunes, 21 de octubre de 2013

DE ALLI VINO...


No camina. Tampoco abandona su silla de ruedas. No se su nombre ni de donde viene. Quizá bajó del cielo. Para compartir con nosotros su entereza y ganas de vivir en esta selva de cemento que nos engulle cada vez hasta oscurecer el horizonte. Calle Pizarro, un día a las 11 a.m.

miércoles, 7 de agosto de 2013

30 DIAS Y QUEBRAO

Así se titula mi primera novela. Una suerte de catarsis hecha en 30 meses de lluvias, calor, frío, noche, pasiones, amores, insomnios, selva, costa y sierra. Este es un breve fragmento que, ojalá, guste:

 DIA 1: EL ABUSADO
Clíck, clack.
Seco, rápido. Así sonaba el alicate rompiendo el hilo en aquel consultorio. Y bien ortodoxo el cirujano. No utilizaba navaja ni tijera. Acaso hasta martillo de mecánico o desarmador estrella para medirte los reflejos. A lo mejor actuaba así para forzar la concentración y obediencia del enfermo. Sobre todo en este caso. Con aquel malcriado que ya era su ‘caserito’ y le miraba con cara de disgusto. Aunque su mujercita lo tuviera con la suela sobre la papada al desdichado.
-       ¿Estás seguro de que se cayó sobre un ladrillo?, le cuestionó, mientras auscultaba la lesión suturada, con la cara de lado y la vista entrecerrada. La semana pasada fue porque lo asaltaron, hace 20 días porque se cayó de la cama y, ahora, ¿un ladrillo?
-       Sííí -arrastrando la última letra para que no haya dudas de que ya caía pesado-, ya te lo dije, le respondió el cliente.
-       ¿O fue que el ladrillo le cayó encima por obra y gracia de su querida esposa?
-       No es mi esposa - ora sí, la faz le cambió con reacción automática-, te lo he repetido hasta cansarme.
-        Le dio vástagos así que es lo mismo. Clíck. Y ya lo sospechaba. Esa dama es terrible. ¿Hasta cuándo va a seguir con eso, señor? Ya deje atrás esa historia, caballero. Clack.

El paciente decidió ya no replicar la intransigencia del galeno. Por último, era su amigo de infancia y tampoco le cobraría la consulta. Bueno y servicial a pesar de también metiche. Tanto que trataba de usted y con sumo respeto, bien circunspecto él, a todos, conocidos o no. Además, ahora portaba una temible pinza de acero quirúrgico en la mano apuntándole a los lagrimales y no valía contradecirlo. Por si acasito nomás.
Y no era la primera vez que se lo advertían. Sin embargo, prefería comportarse como si no le importara. Fingir indiferencia. ¡Una raya más al tigre, man!, le bromeaban años atrás sus camaradas de universidad, cuando le veían recibir carajazos o bofetada limpia en los pasillos del campus. Hacerse el cojudo.

 Pues lo cierto era que ya se cansaba de la situación. Por sus hijos soportaba más de lo que podía. Y, mientras empinaba la ceja izquierda y apretaba el semblante, cavilaba sobre cómo separarse de la abusiva, el modo de explicárselo a sus padres o a los de ella y, principalmente, a sus nenes, sus queridos herederos. Oswaldito y Andreíta.
-       ¡Ayy, mierda, carajo!
-       Disculpe, pero ya está. ¡Listo!, Seis puntazos, caballero. El médico retrocedió un metro y abría los brazos con las palmas abiertas tal si deseara volar o fuera un ladrón entregándose a la justicia. Tómese las cápsulas que le indique y evite que se infecte nomás. ¡Y cuidado con el licor, eh!
-       Ok. Gracias, broder. Te la debo.
-       No se preocupe. Sólo piense en lo que le dije. Cualquier día le van a matar.   Cualquier día. Ah, y póngase una gasita sobre la herida, aquí ya no nos queda.

El clínico le alcanzó el antebrazo para despedirse. No la mano pues la tenía enguantada, manchada de sangre, apuntando hacia arriba y sosteniendo una aguja. Que le vaya muy bien y tenga alegre tarde, caballero. Gracias por venir.

El curado, 24 años a lo sumo, reiteró un seco gracias, broder y sonrío a medias. Bajó de la camilla detrás del biombo, se miró al espejo y se asentó los mechones con saliva a lo Quico. Se puso la gorra con sumo cuidado y le echó otra barrida de ojos al poto de la asistente que tanto le había impresionado al llegar, se despidió por vez tercera y buscó la salida de aquella pieza cubierta de blanco y excesivamente ordenada.

Tras la puerta, otros más esperaban no con caras alegres, unos sentados y otros de pie. Era de tarde y no hacía todavía ningún servicio de taxi. Era lunes y la tercera vez que le visitaba durante ese mes para que le alivie lesiones no venidas de un ladrillo ni de asaltantes al acecho.

-       Por la reputamadre - refunfuñó y siguió la marcha, a la vez que sentía la mirada incrédula y chismeos discretos de un par que le conocían-, que vergüenza…

jueves, 7 de febrero de 2013

Jungla y pista



Hace tres meses vendí mi auto. El primero que tuve. Un hiunday color amarillo que durante seis años me fue tan leal a veces como puñalero en otras. Y ahora, gastado ese fresco tiempo de no depender de una máquina motorizada propia, reconozco con resignación que vuelvo a requerir esos servicios, de esa necesidad de meter el cambio y decidir tu mismo. Y estoy en la búsqueda del que lo reemplace al de ocho cilindros. Nuevo o no tanto. Y de no más de 35 maracas, como diría mi sobrino.

Sin embargo, entre consultas a concesionarias e indagaciones por internet, todavía hago uso del  servicio urbano.  Y, debo admitirlo, siento más de cerca lo que significa internarte en esa jungla de taxistas desalmados, combis asesinas, tombos coimeros, choferes cavernícolas y transeúntes osados sobre cemento maltrecho. Infernal, insufrible. Entonces,  las dudas me asaltan como hienas hacia la presa descuidada.

Y me pregunto, mientras escucho al piloto mentarle la madre a altos decibeles al colectivero que se pasa la luz roja, ¿cómo miércoles haré para volver a la competencia maldita y continuar con vida? O, más aún, ¿cómo pude soportar tanto?, reflexiono. ¿O es que, acaso, ya me resigné?, o, quizá, algo peor: ¿tantos años que ya me mimetizo, me mezclo fácilmente, soy uno más de la ‘batería’ o me convierto cual Jekyl a hora nocturna cada vez que piso el acelerador hasta sentir natural el averno del parque automotor trujillano y perucho? 

Carajo, si no seré hombre lobo. Mejor me bajo y sigo caminando.