viernes, 5 de junio de 2009

Gracias Dios mío!!!!!

Hoy, no me sale nada para escribir. Mis emociones son tan intensas que no tengo inspiración. Sólo soy un manojo de nervios, un cuajo de temblores que me inician en el estomago y terminan en mi corazón. Estoy enamorado. Sí, mi búsqueda alcanzó destino.

Y no me importa si no soy correspondido o sentir tamañas angustias por esa noble mujer que tampoco merecí o si lloro mares por que reaccioné tarde. Lo que he recuperado es demasiado hermoso y no justifica caer en la depresión: saber que he vuelto a ser humano, que nuevamente renació el más sublime de los sentimientos en mi pétreo corazón. Que vuelvo a creer. Que estoy enamorado por el amor de Dios!! Gracias madre!

jueves, 4 de junio de 2009

Grandioso, mi negrito



“Las células son las unidades microscópicas básicas del cuerpo humano… la sangre tiene como componentes… el cerebro se compone... bla, bla, bla…” Esta mañana mi dulce soñar fue interrumpido por un sonar atípico. No eran los cantos inarmoniosos del gallo de la vecina de al lado que de cuando en cuando despierta a los entregados a Morfeo. Tampoco el agudo sonar del altavoz del camión de la Baja Policía alertando a los comuneros que no cumplieron con sacar sus bolsas de basura. Mucho menos el alto volumen de la antigua radio que mi padre acostumbra activar cada seis de la “madrugada” para escuchar Radio Programas desde el comedor del primer piso.

Esta vez mis oídos bramaron por la lectura inconstante y desordenada pero de muy alto decibel de José Manuel, el incomprendido adolescente que habita en la casa de la familia Gutiérrez, también vecinos contiguos de mi progenitor. Se oía tan clarita que hasta mi viejo supuso que era yo quien miraba la TV desde muy temprano quizá afectado por mi consabido insomnio. “No papá, no prendí nadaaaa..”

El menor de los Gutiérrez es un delgado morenito de facciones finas, elástico cuerpo y mirada triste cuya infancia ha distorsionado largamente cualquier realidad de un púber merecedor de protección en un barrio algo peligroso. A sus 18 años nunca nadie le dio un abrazo fraterno más de aquellos que recibió de brazos de su madre ocho meses atrás, cuando ella retornó por unos días de su prolongado periplo en Argentina donde trabaja tras haber dejado Perú, en 1993, justo cuando el último de sus hijos recién aprendía a gatear.

Así, el ‘Negro Canebo’, como le conocen desde que un asesino adolescente irrumpiera famosamente en las crónicas sangrientas de la Mass Media peruana allá por fines de los noventa, no recordaba su rostro hasta que Carmen, llorosa y temblorosa, le hizo sentir los afectos más emotivos que un chiquillo huérfano de padre – este falleció abatido en una balacera por la policía- con cuatro tíos desadaptados y tres hermanos mayores que viajaron al extranjero cuando era muy infante, solo conocía por películas infantiles, las que miraba con los ojos enrojecidos y una envidia que le descarnaba el alma.

Sin embargo, recién terminada su secundaria –perdió dos años por no poder pagar la matrícula en el estatal José Carlos Mariátegui- no se amilana. Su tenacidad llega a límites increíbles para cualquiera que, como quien suscribe, ha visto sus sufrimientos. El de milagro no es un delincuente prontuariado como alguno de sus tíos ni se droga o alcoholiza como varios de sus amigos de escuela o calle. Él desea ser alguien y quiere luchar por el retorno de su madre. Quiere ser profesional y cobrarle una revancha a su familia. Y por eso postulará a la carrera de Medicina en la Universidad Nacional de Trujillo, en julio próximo.

Por eso empezó a estudiar todas las mañanas en la azotea de su casa, exactamente paralela al tercer piso de la morada de mi padre y a pocos metros de un tragaluz por donde filtra cualquier ruido, sea el trinar de un pajarillo impertinente, el kikirikeo de un gallo medio maricón, los gritos destemplados de un seboso camionero recolector de desperdicios o hasta el que genera su bronca voz, amaestrada intensamente desde sus inicios como cobrador de combis, a los 12 años.

Esa voz que, vaya joda, me despierta a las “seis de la madrugada”. Justo cuando ya asumí que debo vivir junto a mi viejo y no en mi casa, a tres kilómetros de El Porvenir, en la silente Palmas del Golf, donde por ahora no hay aves gritonas ni basureros ruidosos. “Shht, papá, es José Manuel que está estudiando Medicina, óyelo bien, si hasta parece relator de noticias borracho…”. “Oye, sí pues, caramba,¿ bien por el Negro no?”
Suerte, mi ‘Negrito Canebo’, futuro doctor.