miércoles, 30 de abril de 2008

Lucha interna


Desde siempre fui un romántico compulsivo. Lo supe entrada la pubertad, cuando mis amores iban más allá de la pelota y empezaban a tomar forma humana. Al quedar prendado de una hermosa estudiante de secundaria y no poder conquistarla y tan rápido olvidarla, entendí que mi acceso al terreno de los sentimientos sexuales daba comienzo a una trama muy accidentada, muy voluble. Que pretender una vida de cuento de hadas con cada mujer de tu vida era sólo eso, una fantasía.

Y sentía, cada día que me enamoraba, que era un bicho raro, una especie castigada a deambular en búsqueda permanente de alguien, ese alguien que era nadie, esa princesa que encontraba en cada esquina y olvidaba en cada calle antes de acceder a la siguiente vereda. Así aún, mantuve ocho años de relación con una hermosa chica que conocí en la universidad, pero sin poder evitar los obvios sobresaltos devenidos de un carácter tan cambiante en afectos. Creía enamorarme en cada lugar...

Vuelto a la libertad, si en el concepto de mis amigos más íntimos podía ser un tipo afortunado, en mi mente sólo cabía ser un desdichado que cada vez trataba de limpiar sus culpas y exorcizar al mal habitante de mi cuerpo.
Maniqueo quizás, alguna vez pretendí ser como mi hermano mayor, tan pragmático para asumir su agitada vida amorosa. Pero no podía ni puedo. No quiero hacer daño y sin embargo, solo y triste, he terminado accediendo. Y destruyendo casi todo
lo que ingresa a mi terreno afectivo.

Ni sentirme dentro de una sociedad tan machista y extremadamente sexual alcanza para atenuar mis reflexiones. Creo ser un grano más que conforma la montaña. Pero igual, no puedo evitar decepcionarme y continuamente alimento mis ilusiones de encontrarla, a “ella”, la princesa que dará fin a todas mis ansiedades, la hermosa flor que consagrará mi mejor paisaje y se convertirá en lá compañera perpetua.


Cómo me haces falta madre, eh...

miércoles, 23 de abril de 2008

El "Flaco" que recuerdo...


“Oye, viejo, ¿qué tanto piensas en los problemas?, ¡olvídate de ellos por un momento y vamos a celebrar, mejor saca un poco de plata del colchón y ten un poco de alegría!, ¡ la plata no te la vas a llevar a la tumba, ven, vamos a celebrar que mañana será otro día!”

Cada tarde de fin de semana o cada que el clima “hacia sed” y la jornada de trabajo en el vespertino Satélite estaba culminada, don Jorge Salcedo Rocca intentaba convencer a sus coetáneos compañeros de trabajo y de cientos de aventuras periodísticas y otras no tanto, Víctor Hugo Paredes y Gilberto Reyna, para reunirse en algún “huequito” de turno. Pretendía, en base a una buena tertulia y unos cuantos golpes de vasos, alejarlos del cuarto frío y oscuro de sus preocupaciones y recuperarlos a la alegría de vivir , trasladarlos al cálido y brillante bosque de la amistad incondicional y sincera. Hasta conmigo, un tipo muchos años menor y algo antagónico a su carácter tan envidiable, lo intentaba y no siempre con mucho éxito, debo lamentarlo.

El entrañable “Flaco” – como siempre le llamaban sus mayores amigos-, un captador de imágenes fotográficas extraordinario, era la alegría andante. El optimismo transeúnte. Un promotor incansable de felicidad.
Esos valores espirituales estaban a la par con su capacidad profesional. Pues nadie podía discutir su justeza a la hora de apretar el disparador de su cámara fotográfica. O su sagacidad para perseguir la escena propicia y que, sabía, debía captar cuando salía a recorrer las calles y comisarías cada amanecer o cuando se dirigía al estadio Mansiche cada domingo, apurado por un joven impetuoso que ahora intenta reconocerle sus enormes virtudes amicales...

(Hoy, hace poco más de un mes que Don Jorge, como le llamaba, ascendió a mejores escenarios. Con él compartí labores seis años y resulta uno de los gratos recuerdos que tengo de mis inicios como periodista. Por eso escribí esto en una columna de opinión que conservo en el Diario La Industria)

jueves, 17 de abril de 2008

Queriendo volver...

Cuando niño, pragmático,deshinibido,despreocupado e irreverente, solo soñaba con ser futbolista. No había mayor anhelo que alimentara mis ilusiones que emular a Cubillas, Juan Caballero, Oblitas, Maradona o tantas estrellas de chimpunes, fama, dinero y mujeres que veía por la televisión o cada vez que acudía a un estadio. Sueños que sentía, podía construir mediante horas de horas dedicadas al inigualable placer de correr tras la pelota. Estaba convencido que llegado al momento sería un futbolista profesional.

Sin embargo, con el paso del tiempo, y el crecimiento de los afectos y las obligaciones, mi pasión por el más popular de los deportes se fue disipando dentro de mis intenciones de asumirlo como sustento de vivencia. Así, resignado a no escalar más allá de convertirme en un regular volante de clubes amateurs, mis hermosos años de futbolero fanático debieron ceder y entregarle sus bien ganados espacios, principalmente, a deberes universitarios y luego laborales.

Debí cambiar la pelota por los libros y las canchas por estructuras cuadradas de cemento y repletas de sillas. Nada más patético pero que debía asumir con maquillada resignación. Ciertamente convertirse en adulto asesinó mis alegrías más naturales. El problema es que no me di cuenta hasta hoy en día, cuando, cansado de preguntarme la causa de mi nostalgia, concluyo en que siendo infante o adolescente todo era muy fácil de llevar y podría ser lo mejor que me sucediera ahora. Ni estudios universitarios, ni angustia por el dinero, ni amores que te hagan sufrir… sólo yo y el fútbol, la pareja más feliz…
Que tal novedad.

jueves, 10 de abril de 2008

Manos Divinas...


Es enero y la sombra vespertina empieza a caer sobre el grupo de casitas de techos en declive. Una enorme mancha de trayecto lento pero inexorable que viene derramándose por las faldas del cerro Ichur. A su paso, el panorama pierde nitidez, el clima se hace tibio y el contexto cobra repentino silencio, sólo alterado por el constante golpeteo de una mediana estructura de madera cubierta de hilos que se escucha a lo lejos, al final de la calle San Martín, cerca de la cancha de fútbol, lejos de la placita principal del pueblo. Tac, tac, tac, me perturba y llama.

Varios pasos y descubro que nace de un pequeño recinto edificado a la típica usanza serrana: de gruesos muros frontales color natural y una pequeña puerta de madera algo corroída; su piso es de barro con piedras de diversos tamaños empotradas en desorden; en sus paredes y techos de grueso adobe se dejan notar, como picos intercalados, las quinchas, varas de cactus y tejas que los propios pobladores instalan para darle consistencia a sus construcciones haciendo eco a costumbres muy arraigadas. Allí, en ese cuarto de olor a barro húmedo y ventanita de hierro, se erige un llamativo telar horizontal motivo del ruidito de marras y que se había convertido en guía de nuestra curiosidad.

A su entorno, con las cabecitas gachas y juntando las manos como haciendo honores, un grupo de mujeres sentadas sobre viejas silletas y bancos de plástico parecen jugar a hacer figuras con los dedos. Sus movimientos son pausados y no constantes como el telar de caoba. Son las integrantes del taller de tejidos Manos Divinas – Cascaminas. Una institución que, apoyada en la perseverancia de abnegadas campesinas y compromiso social de industrias mineras, se ha activado en este pueblo agrícola ubicado a 150 kilómetros de Trujillo, de gente hospitalaria y pujante, de frutales y cereales, de planicies y montañas, de ronderos y comuneros, de techos en declive e inmensos campos verdes.

Lucma, ubicado en las entrañas de la provincia de Gran Chimú, es uno de los distritos más pobres de la sierra liberteña. Sus habitantes – que no superan los seis mil incluyendo los 16 caseríos colindantes a la zona urbana- se dedican básicamente a la agricultura y el ganado, actividades que abrazan desde muy pequeños como mejor forma de hacerle la lucha a la cruenta carencia del día a día.

Aquí, sin embargo, el rigor de la necesidad no ha envilecido a las gentes y resulta cotidiano recibir el afecto de los nativos plasmado en un saludo cordial ya sea venido de la pastorcita que traslada sus ovejas rumbo al enorme bosque de cardonales que colinda con el poblado, del tendero que coloca su bandera blanca para anunciar a los compradores que ya pueden adquirir el pan, la hierbera que oferta el “aleja muertos” de puerta en puerta o de parte del emblemático “Veinte Cheques”, un ex comerciante entregado a la bebida que, probablemente, sea el último heraldo de la era contemporánea y que despierta a los comuneros pregonando comunicados, citaciones o la llegada de algún grupo artístico a la villa.


“En junio cumplimos un año y parece que fue ayer cuando el señor Carhuancho (anterior superintendente de Minera Cascaminas) supo que teníamos un club de Madres y nos dio la idea de instalar un taller que nos permitiera aprender a tejer diversos productos y tener ingresos económicos, luego llegaron otros gerentes más a apoyarnos como el ing. Frías o el ing. González y en junio del 2007 empezamos las clases gracias a que nos regalaron el telar y una máquina hiladora”, me cuenta doña Zoila Esquivel, una tierna viejecita que ocupa la presidencia de Manos Divinas y dado la bienvenida en el recinto.

Junto a doña Zoila son 34 las mujeres que con una devoción religiosa asisten de miércoles a viernes a las clases que dicta la profesora Milagros Angeles. Vienen de la zona urbana y también desde Agua Agria, Penintay, Recuaycito, Huayday, Cuyna u otro de los caseríos anexos. La más joven, Noemí Alcalde, es una madre soltera que no supera los 22 años y previo a su inscripción en el taller vivía exclusivamente de los ingresos que recibía por emitir avisos de servicio público en “Radio Ok”, una transmisora de onda corta que instaló con su hermano como resultado de su afición por la electrónica. En tanto que la mayor del grupo, Flor Moreno, de 75 años, se dedicaba a la venta de tamalitos para cubrir los requerimientos alimenticios de sus nietos y nutrir a las cabritas y burros que cada mañana suelta a correr entre la hierba u ojos de agua que se acumulan en las laderas del inmenso Ichur y que heredó de su difunto esposo, un antiguo cazador de mostrencos o mulos salvajes, costumbre que se ha perdido con el paso del tiempo.

“Ingresar a este taller me ha cambiado la vida, ahora estoy más tranquila porque tenemos un ingreso económico e igual ocurre con mis compañeras”, confiesa mientras observa detenidamente la cámara fotográfica que portamos. ¿Puedo verme?, pregunta, y sin dar tiempo a la respuesta coge el aparato intentando observar las imágenes digitales que acabo de grabar. De inmediato, sus compañeras la rodean cual niñas curiosas por analizar la muñeca nueva que su padre les ha comprado.

Manos Divinas – Cascaminas inició sus actividades con 50 alumnas inscritas, número que ha ido decreciendo, según doña Zoila, por la lejanía de algunos caseríos de donde provienen las alumnas. Igual, las ausencias no han afectado el ritmo de evolución del taller que, de un inicio incierto y poca demanda, hoy se perfila como el más importante productor de tejidos de algodón en la provincia de Gran Chimú. Basta anotar que más de 300 piezas entre chompas, medias, colchas, frazadas, almohadas, guantes, alfombras, sacos, alforjas y hasta tarjetas de navidad han sido vendidas como parte de su primera producción lanzada a fines del 2007, para darse cuenta del éxito de las tejedoras artesanales.

Esos artículos han ido a parar a manos de obreros de las unidades mineras Cascaminas y Sayaatoc, en La Libertad, o Sinaycocha, en Huancayo – todas subsidiarias del Grupo Atacocha- o de suertudos compradores de ferias textiles de Ica, Lima o Trujillo a donde son trasladadas con fondos otorgados por la propia extractora de minerales.

“Ahora estamos ocupadas en completar nuestra segunda producción que seguiremos vendiendo en las ferias donde nos lleven los señores de (la unidad minera) Cascaminas. La técnica que utilizamos es la del palillo, aquí las mujeres son muy aplicadas para aprender y eso facilita las cosas” explica la profesora Milagros quien cada semana viaja desde su tierra natal, Agallpampa, en Otuzco, hacia Lucma, apoyada por la propia minera que, de la misma forma, le provee de la logística necesaria – lanas, palillos, hilos, tijeras, agujas y telas- para cumplir sus labores docentes.

Será en junio cuando Manos Divinas - Cascaminas cumpla su primer aniversario. Un año desde cuando un grupo de esforzadas mujeres tuvieron la feliz idea de iniciarse en un ámbito que sólo conocían como una forma de ocupar sus ratos de ocio y hoy se ha convertido en su principal fuente de ingresos y palanca de desarrollo personal pero, más importante aún, en una tangible muestra de las enormes resultantes derivadas de la unión entre comunidades y empresa.

domingo, 6 de abril de 2008

Enigma...


Son las 8.36 p.m. del sábado 5 de marzo. Me encuentro en la habitación 14 del hotel Guerrero, en el corazón de Jaén, este pueblo grande que hoy me tiene preso y no precisamente de su belleza natural o buenas gentes. Aquí las personas te tratan con mucho respeto como es típico en estas villas del interior, comemos sano –como no ocurría hace buen tiempo- y los paisajes son hermosos amén que las lluvias nocturnas mezcladas con el clima caluroso y boscosos escenarios nos enternecen el alma. Sin embargo, mi estancia se ha dado forzosa debido a que las fuertes lluvias que arrecian en el entorno de la provincia han destruido las carreteras de acceso y estoy impedido de salir de la ciudad a no ser por vía aérea y cuatro cupos que no puedo conseguir todavía.

Y entonces, solitario y vagabundo por las calles de un poblado silente, la reflexiones sobre mi inefable vida amorosa se me han hecho profundas. Muy profundas alrededor de lo que hace tiempo quiero descifrar y no puedo, o quizá siento pero no quiero reconocer, o de repente no siento pero no lo acepto: ¿todavía amo a JM?

Hace una semana, horas antes de partir a donde ahora me encuentro, recibí su llamada telefónica. Eran varios días que no hablábamos y, además, no tenía buenos recuerdos de esa ocasión: me encontraba en Lima y compartimos un par de horas en que ella aprovechó para castigarme con esa falsa indiferencia que se esfuerza en mostrar cada vez que nos encontramos; pero, esta vez, perfeccionó un defecto made in Capital de la República que sufrí como una puñalada, su increíble soberbia. “Que venderé este auto para comprarme una Rav 4 del año, que mis amigas son unas pobretonas que no tienen aspiraciones y viven como cualquiera, que viene Marck Anthony, que te llevaré a un restaurante fashion,¿ y como te va con tu nueva enamorada?.. ah, y la próxima semana me aumentare el busto, me costará 4 mil dólares pero quedaré regia…”
Varias horas gasté intentando resignarme a esa nueva y diametral versión en que se había transformado de mi querida JM. Incluso, lo pensaba cuando recibí su timbrada, cerca del medio día. Empero, como un consuelo leve, esta vez su risueña voz saludándome y la cordialidad con que me relató el proceso de su feliz operación al busto y su abrupto incremento de autoestima, me alegraron mucho y estimularon para el duro viaje de casi 10 horas que supuso el trayecto de Trujillo hacia Jaén.

Sin embargo, ya no me ha vuelto a llamar y probablemente no lo haga hasta que pasen más de 15 días, cual es su costumbre. Ni el mensaje que le envíe hace tres días ha servido para que vuelva a comunicarse con esta alma transeúnte.
Seguro estará muy ocupada estrenando vestidos adecuados para su nuevo busto. O quizá ocupará sus horas de ocio en reuniones cargadas de placer y risas hipócritas sobre mesas con mucho vino, comida y un fondo musical estridente. Y yo seguiré taladrando mi mente respecto de si esa actitud obedece a una mujer todavía enamorada que intenta olvidar. Y daré vueltas preguntándome si solo me llama por la mera curiosidad de conocer los pasos de alguien a quién se amó en demasía.

Y continuaré hiriéndome mientras trato de adivinar que estará haciendo. Y jugaré a saber si compartirá una cena romántica con un infeliz individuo o regalará su cariño a un alto ejecutivo de una empresa transnacional, si dudará tantas veces en enviar mensajes de texto o marcar mi celular para saber como me encuentro, si vagará en hermosos recuerdos de nuestra convivencia o armará nuevas ilusiones con otro príncipe, si averiguará sutilmente con quien enamoro estos días o intentará conquistar a un tipo que le ha impresionado, si rebuscará en las páginas sociales de internet sobre mis nuevos pasos. Si todavía me quiere tanto... ¿como yo aún la amo?