Gozo, sufrimiento, alegrias, penas, subidas, bajadas, amor, desamor, ganar, perder. Pasada la base 30 encuentro - ¡al fin!- el espacio que buscaba para escribir lo que verdaderamente siento - así sea aburrido leerlo-y no parametrarme a las coyunturas noticiosas o requerimientos de un editor de tv, radio o periodico. ¿Quién soy?... un inefable que intenta ser bueno, un extraviado que quiere encontrarse...
jueves, 10 de abril de 2008
Manos Divinas...
Es enero y la sombra vespertina empieza a caer sobre el grupo de casitas de techos en declive. Una enorme mancha de trayecto lento pero inexorable que viene derramándose por las faldas del cerro Ichur. A su paso, el panorama pierde nitidez, el clima se hace tibio y el contexto cobra repentino silencio, sólo alterado por el constante golpeteo de una mediana estructura de madera cubierta de hilos que se escucha a lo lejos, al final de la calle San Martín, cerca de la cancha de fútbol, lejos de la placita principal del pueblo. Tac, tac, tac, me perturba y llama.
Varios pasos y descubro que nace de un pequeño recinto edificado a la típica usanza serrana: de gruesos muros frontales color natural y una pequeña puerta de madera algo corroída; su piso es de barro con piedras de diversos tamaños empotradas en desorden; en sus paredes y techos de grueso adobe se dejan notar, como picos intercalados, las quinchas, varas de cactus y tejas que los propios pobladores instalan para darle consistencia a sus construcciones haciendo eco a costumbres muy arraigadas. Allí, en ese cuarto de olor a barro húmedo y ventanita de hierro, se erige un llamativo telar horizontal motivo del ruidito de marras y que se había convertido en guía de nuestra curiosidad.
A su entorno, con las cabecitas gachas y juntando las manos como haciendo honores, un grupo de mujeres sentadas sobre viejas silletas y bancos de plástico parecen jugar a hacer figuras con los dedos. Sus movimientos son pausados y no constantes como el telar de caoba. Son las integrantes del taller de tejidos Manos Divinas – Cascaminas. Una institución que, apoyada en la perseverancia de abnegadas campesinas y compromiso social de industrias mineras, se ha activado en este pueblo agrícola ubicado a 150 kilómetros de Trujillo, de gente hospitalaria y pujante, de frutales y cereales, de planicies y montañas, de ronderos y comuneros, de techos en declive e inmensos campos verdes.
Lucma, ubicado en las entrañas de la provincia de Gran Chimú, es uno de los distritos más pobres de la sierra liberteña. Sus habitantes – que no superan los seis mil incluyendo los 16 caseríos colindantes a la zona urbana- se dedican básicamente a la agricultura y el ganado, actividades que abrazan desde muy pequeños como mejor forma de hacerle la lucha a la cruenta carencia del día a día.
Aquí, sin embargo, el rigor de la necesidad no ha envilecido a las gentes y resulta cotidiano recibir el afecto de los nativos plasmado en un saludo cordial ya sea venido de la pastorcita que traslada sus ovejas rumbo al enorme bosque de cardonales que colinda con el poblado, del tendero que coloca su bandera blanca para anunciar a los compradores que ya pueden adquirir el pan, la hierbera que oferta el “aleja muertos” de puerta en puerta o de parte del emblemático “Veinte Cheques”, un ex comerciante entregado a la bebida que, probablemente, sea el último heraldo de la era contemporánea y que despierta a los comuneros pregonando comunicados, citaciones o la llegada de algún grupo artístico a la villa.
“En junio cumplimos un año y parece que fue ayer cuando el señor Carhuancho (anterior superintendente de Minera Cascaminas) supo que teníamos un club de Madres y nos dio la idea de instalar un taller que nos permitiera aprender a tejer diversos productos y tener ingresos económicos, luego llegaron otros gerentes más a apoyarnos como el ing. Frías o el ing. González y en junio del 2007 empezamos las clases gracias a que nos regalaron el telar y una máquina hiladora”, me cuenta doña Zoila Esquivel, una tierna viejecita que ocupa la presidencia de Manos Divinas y dado la bienvenida en el recinto.
Junto a doña Zoila son 34 las mujeres que con una devoción religiosa asisten de miércoles a viernes a las clases que dicta la profesora Milagros Angeles. Vienen de la zona urbana y también desde Agua Agria, Penintay, Recuaycito, Huayday, Cuyna u otro de los caseríos anexos. La más joven, Noemí Alcalde, es una madre soltera que no supera los 22 años y previo a su inscripción en el taller vivía exclusivamente de los ingresos que recibía por emitir avisos de servicio público en “Radio Ok”, una transmisora de onda corta que instaló con su hermano como resultado de su afición por la electrónica. En tanto que la mayor del grupo, Flor Moreno, de 75 años, se dedicaba a la venta de tamalitos para cubrir los requerimientos alimenticios de sus nietos y nutrir a las cabritas y burros que cada mañana suelta a correr entre la hierba u ojos de agua que se acumulan en las laderas del inmenso Ichur y que heredó de su difunto esposo, un antiguo cazador de mostrencos o mulos salvajes, costumbre que se ha perdido con el paso del tiempo.
“Ingresar a este taller me ha cambiado la vida, ahora estoy más tranquila porque tenemos un ingreso económico e igual ocurre con mis compañeras”, confiesa mientras observa detenidamente la cámara fotográfica que portamos. ¿Puedo verme?, pregunta, y sin dar tiempo a la respuesta coge el aparato intentando observar las imágenes digitales que acabo de grabar. De inmediato, sus compañeras la rodean cual niñas curiosas por analizar la muñeca nueva que su padre les ha comprado.
Manos Divinas – Cascaminas inició sus actividades con 50 alumnas inscritas, número que ha ido decreciendo, según doña Zoila, por la lejanía de algunos caseríos de donde provienen las alumnas. Igual, las ausencias no han afectado el ritmo de evolución del taller que, de un inicio incierto y poca demanda, hoy se perfila como el más importante productor de tejidos de algodón en la provincia de Gran Chimú. Basta anotar que más de 300 piezas entre chompas, medias, colchas, frazadas, almohadas, guantes, alfombras, sacos, alforjas y hasta tarjetas de navidad han sido vendidas como parte de su primera producción lanzada a fines del 2007, para darse cuenta del éxito de las tejedoras artesanales.
Esos artículos han ido a parar a manos de obreros de las unidades mineras Cascaminas y Sayaatoc, en La Libertad, o Sinaycocha, en Huancayo – todas subsidiarias del Grupo Atacocha- o de suertudos compradores de ferias textiles de Ica, Lima o Trujillo a donde son trasladadas con fondos otorgados por la propia extractora de minerales.
“Ahora estamos ocupadas en completar nuestra segunda producción que seguiremos vendiendo en las ferias donde nos lleven los señores de (la unidad minera) Cascaminas. La técnica que utilizamos es la del palillo, aquí las mujeres son muy aplicadas para aprender y eso facilita las cosas” explica la profesora Milagros quien cada semana viaja desde su tierra natal, Agallpampa, en Otuzco, hacia Lucma, apoyada por la propia minera que, de la misma forma, le provee de la logística necesaria – lanas, palillos, hilos, tijeras, agujas y telas- para cumplir sus labores docentes.
Será en junio cuando Manos Divinas - Cascaminas cumpla su primer aniversario. Un año desde cuando un grupo de esforzadas mujeres tuvieron la feliz idea de iniciarse en un ámbito que sólo conocían como una forma de ocupar sus ratos de ocio y hoy se ha convertido en su principal fuente de ingresos y palanca de desarrollo personal pero, más importante aún, en una tangible muestra de las enormes resultantes derivadas de la unión entre comunidades y empresa.
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