miércoles, 29 de agosto de 2007

Un reencuentro con mi gorda

Son las 3:06 de la madrugada del miércoles 29 cuando he terminado un informe solicitado por la administración general y me dispongo a actualizar mi blog. Mis ojos parecen dos faros con baterías bajas, intermitentes… mis manos deambulan por sobre el teclado de la laptop intentando responder a los mandatos de mi cansado cerebro…
Intentan plasmar mi reflexión en torno a una cena junto a Janeth… mi compañera de mil aventuras en épocas de universidad… la gorda de lucidez vaga y sonrisa permanente, de moda extravagante y cursos aprobados a la guerra, la gorda de la Panadería Central. Esta, su mejor carta de presentación definitivamente, sobre todo para quienes, con el pretexto de reuniones de estudio, nos “empujábamos” los mayores manjares de la famosa pastelería… y gratis todavía.

A mi querida Janeita no la veía hacía muchísimo tiempo. Enterarme que se había sometido a una delicada intervención quirúrgica bastó para proponerle una reunión. Así que la busqué en su casa de la avenida Vera Enriquez y 20 minutos después estábamos sobre la mesa riendo de todo y comiendo una parrilla, como acostumbrábamos cada tanto a la salida de la UPAO. Ver a mi querida "vaquita" me remontó a etapas hermosas y añoradas.

Hablamos del extrovertido Chale, del vago del Mono Esparza, de la calabacita Jésica y su matrimonio con un doctor, ¿qué sera de la “china” Amoroto?, ¿y en que anda el irrevente Víctor Arévalo?. Hasta me enteré que la “Robocop” Paola Dios ya tiene tres hijos y Adolfo Aguilar continúa en Argentina. También recordamos mis escapadas de las aulas rumbo al diario La Industria para cumplir mi horario de trabajo y las tantas veces que me defendieron –ella y mi habitual grupo de lectoría junto a Sonia y Jorge Pérez- ante los profesores. De mis amores con Mili Gonzalez y Jesusita, nuestros odios por los cursos de Publicidad y la muy recordada borrachera en julio del 96, cuando me nominaron “Calato”.

Está sola. Me confesó sufre por un amor irresponsable. No quiso bajarse del carro sin antes la llevaba a Huanchaco y luego le mostraba mi nueva casa. Sabe que ante ella siempre voy a ceder. Suerte mi querida Janeita, mi gorda adorada.
3:20 a.m., ya no doy más… las baterías se agotaron... zzzzz

sábado, 25 de agosto de 2007

¿Vuelto un vampiro?, ¡Qué bah!

En esa misión por encontrar una novia se me ha dado por hacerla de búho y prolongar jornadas nocturnas que en mi habitual modus vivendi nunca estuvieron consignadas. Lo mio siempre fue pasivo: de vino, una buena cena y una buena charla en cualquier contexto, ya sea en un restaurante opulento, un mediano karaoke o un bar de mala muerte. Y de descosidas juergas o amanecidas con zapatos deambulantes ante un sol poniéndose, muy poco, aunque sí las he contado.

Pues bien, hoy, y por pura convicción, me veo insertado en habitat que siempre evite y al que la verdad no termino de habituarme. Mecano, Nuestro Bar, Tributo, Canana, Evaristo… estos lugares trujillanos de relajo entre música, baile y cerveza los he visitado en dos meses más que en los últimos 10 años. Y sinceramente, no me ha servido de mucho… sí he conocido algunas chicas pero que bah: "que Dady Yanke es mejor que Mana", "que combinar zapatillas con camisa no es fashion", "que esa falda es regia", "¡ay, que pobrecitos los damnificados de Pisco!"… nanay… ¿Acaso pido mucho madrecita?

y bueno, he decidido shotear la invitación de esta noche con el loco Juan Carlos y sus amigas de turno, darme un break y volver a mis costumbres. Así que hoy seremos full cine. Quiero verte Familia Simpson, a ver si no me aburres como la Gran Sangre.

lunes, 20 de agosto de 2007

Mundo solidario



“¿Puedo ayudar, señor?, ¿puedo cargar?, déjeme ayudar pues, no pude traer víveres pero quiero ayudar a cargar”
. La voz del joven de cabello largo y cara de preocupado captó mi total atención. Eran las 8.30 p.m. cuando esperábamos, junto a Chelo, a la extrovertida Cinthia y la pasiva Mary Ann en el patio de la catedral de Trujillo. Entre sorprendido y deleitado miraba la larga fila de cargadores dirigirse al bus de carga de la empresa Tepsa que, estacionado en la salida del recinto religioso, abría sus compuertas para recepcionar el ingreso de cientos de paquetes, de aportes para los miles de damnificados caídos en la tragedia de Pisco, en el terremoto del 15 de agosto.

“Sí, por supuesto, puedes hacerlo, ven, ayuda”, “Gracias señor” respondió, mientras, presto se dirigía al cerro de bolsas cargadas de alimentos o ropa que se había acumulado en una de las puertas de la iglesia. Lo seguí con la mirada por unos segundos hasta perderse en esa maraña de cuerpos serviles. Me sentí feliz, también reflexivo. Pensé en que no todo es malo en esta sociedad tan materialista e indiferente, tan de ropa de moda y harapos caminantes, de casas de lujo casi estúpido y villas sin techo ni paredes, de sexo inmediato y madres que recién inician su adolescencia, de autoridades falsas y comuneros sacrificados, de políticos demagogos y opulentos y niños hambrientos, de millones de marginados o excluidos… de contrastes tan marcados.

Pensé, sin embargo, que todavía nos queda mucha bondad por rescatar. Que esas madres, niños y ancianos que cargaban bultos hacia el bus de Tepsa plasmaban el auténtico sentir de una nación que siempre fue grande y solidaria, que mi país ahora se llama Ica y todos mis compatriotas son pisqueños, que el mundo nos abre sus brazos para darnos cobijo en estas horas cruentas, que en los momentos difíciles siempre seremos unidos, que la indiferencia no tiene ganada la batalla ante el altruismo, que, a pesar de todo, siempre he visto y seguiré viendo pelucones con caras de preocupados dispuestos a ayudar. El bus partió… y con él todos mis mejores deseos para un pueblo que recuerdo como un paraíso de felicidad y al que regresaré muy pronto, cuando termine de recuperarse.

Me ocurrió ayer, domingo 19 de agosto.

sábado, 11 de agosto de 2007

¡Qué tal hermanito!



Somos tres, físicamente nada parecidos pero muy cercanos en lo que a carácteres se refiere. Manuel, Giovanna y yo tenemos mucho de sensibilidad heredada de mi madre: ninguno duda en ayudar a quien lo necesita; nos olvidamos fácilmente de todo, somos querendones y esforzados pero también sabemos ser temperamentales y explosivos cuando la situación se genera. Empero, nadie como mi hermanito mayor y su irradiante frescura para aprovechar las situaciones a su favor; en otras palabras y un lenguaje mas peruano, entiéndase: conchudez.

Hace unas semanas me solicito prestado un monto económico dizque para pagar una deuda. La promesa fue devolverme el dinero en una semana. Han pasado dos meses y no ha tenido mejor idea que asumir algunos costos de la decoración de mi casa para restar lo adeudado con la consabida inflada de precios o "mordida" respectiva. También cada tanto lo descubro con indumentaria mía ya sea caminando en una avenida, almorzando en su restaurante (lugar común de alimentación de medio día para este servidor) o jugándose una pichanga. "Licencias que se puede dar un primógenito" dicen algunos.

Sin embargo, todos tenemos un momento climax en la historia de nuestras vergüenzas. Y a mi querido Manuelito, le llegó el pasado miércoles. Aquel día, me encontraba en un conocido pub trujillano acompañado de dos mejores amigas: Martha y Rina. La charla transcurría como es normal entre tres tipos que se conocen de años y quieren de siempre: distendida, irreverente, ja,ja,ja, ji, ji, ji y jo, jo, jo.

Hasta que la flaca Rina, siempre atenta ella, advirtió la escena: “¿oye, no es ese que está al fondo, tu hermano?”. Y efectivamente, era Manuelito (así le llamamos en casa) quien - camisa blanca, chaleco azul y manos que hacían circulos imaginarios y luego señalaban la cochera del lugar- se esforzaba por impactar a una dama que no era más que su novia Giovana, homónima de mi hermana y recién llegada de Caracas. Hasta allí todo bien, el cuchillo vino segundos después: “ ¿y oye, Oswaldooo, no es ese carro que está cuadrado afuera, todo sucio y raspado, tu auto nuevooo?”

...sí, Rinita, se supone que tendría que estar guardado… Ay, Manuelito, querido hermanito...