Gozo, sufrimiento, alegrias, penas, subidas, bajadas, amor, desamor, ganar, perder. Pasada la base 30 encuentro - ¡al fin!- el espacio que buscaba para escribir lo que verdaderamente siento - así sea aburrido leerlo-y no parametrarme a las coyunturas noticiosas o requerimientos de un editor de tv, radio o periodico. ¿Quién soy?... un inefable que intenta ser bueno, un extraviado que quiere encontrarse...
sábado, 11 de agosto de 2007
¡Qué tal hermanito!
Somos tres, físicamente nada parecidos pero muy cercanos en lo que a carácteres se refiere. Manuel, Giovanna y yo tenemos mucho de sensibilidad heredada de mi madre: ninguno duda en ayudar a quien lo necesita; nos olvidamos fácilmente de todo, somos querendones y esforzados pero también sabemos ser temperamentales y explosivos cuando la situación se genera. Empero, nadie como mi hermanito mayor y su irradiante frescura para aprovechar las situaciones a su favor; en otras palabras y un lenguaje mas peruano, entiéndase: conchudez.
Hace unas semanas me solicito prestado un monto económico dizque para pagar una deuda. La promesa fue devolverme el dinero en una semana. Han pasado dos meses y no ha tenido mejor idea que asumir algunos costos de la decoración de mi casa para restar lo adeudado con la consabida inflada de precios o "mordida" respectiva. También cada tanto lo descubro con indumentaria mía ya sea caminando en una avenida, almorzando en su restaurante (lugar común de alimentación de medio día para este servidor) o jugándose una pichanga. "Licencias que se puede dar un primógenito" dicen algunos.
Sin embargo, todos tenemos un momento climax en la historia de nuestras vergüenzas. Y a mi querido Manuelito, le llegó el pasado miércoles. Aquel día, me encontraba en un conocido pub trujillano acompañado de dos mejores amigas: Martha y Rina. La charla transcurría como es normal entre tres tipos que se conocen de años y quieren de siempre: distendida, irreverente, ja,ja,ja, ji, ji, ji y jo, jo, jo.
Hasta que la flaca Rina, siempre atenta ella, advirtió la escena: “¿oye, no es ese que está al fondo, tu hermano?”. Y efectivamente, era Manuelito (así le llamamos en casa) quien - camisa blanca, chaleco azul y manos que hacían circulos imaginarios y luego señalaban la cochera del lugar- se esforzaba por impactar a una dama que no era más que su novia Giovana, homónima de mi hermana y recién llegada de Caracas. Hasta allí todo bien, el cuchillo vino segundos después: “ ¿y oye, Oswaldooo, no es ese carro que está cuadrado afuera, todo sucio y raspado, tu auto nuevooo?”
...sí, Rinita, se supone que tendría que estar guardado… Ay, Manuelito, querido hermanito...
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