sábado, 11 de agosto de 2007

¡Qué tal hermanito!



Somos tres, físicamente nada parecidos pero muy cercanos en lo que a carácteres se refiere. Manuel, Giovanna y yo tenemos mucho de sensibilidad heredada de mi madre: ninguno duda en ayudar a quien lo necesita; nos olvidamos fácilmente de todo, somos querendones y esforzados pero también sabemos ser temperamentales y explosivos cuando la situación se genera. Empero, nadie como mi hermanito mayor y su irradiante frescura para aprovechar las situaciones a su favor; en otras palabras y un lenguaje mas peruano, entiéndase: conchudez.

Hace unas semanas me solicito prestado un monto económico dizque para pagar una deuda. La promesa fue devolverme el dinero en una semana. Han pasado dos meses y no ha tenido mejor idea que asumir algunos costos de la decoración de mi casa para restar lo adeudado con la consabida inflada de precios o "mordida" respectiva. También cada tanto lo descubro con indumentaria mía ya sea caminando en una avenida, almorzando en su restaurante (lugar común de alimentación de medio día para este servidor) o jugándose una pichanga. "Licencias que se puede dar un primógenito" dicen algunos.

Sin embargo, todos tenemos un momento climax en la historia de nuestras vergüenzas. Y a mi querido Manuelito, le llegó el pasado miércoles. Aquel día, me encontraba en un conocido pub trujillano acompañado de dos mejores amigas: Martha y Rina. La charla transcurría como es normal entre tres tipos que se conocen de años y quieren de siempre: distendida, irreverente, ja,ja,ja, ji, ji, ji y jo, jo, jo.

Hasta que la flaca Rina, siempre atenta ella, advirtió la escena: “¿oye, no es ese que está al fondo, tu hermano?”. Y efectivamente, era Manuelito (así le llamamos en casa) quien - camisa blanca, chaleco azul y manos que hacían circulos imaginarios y luego señalaban la cochera del lugar- se esforzaba por impactar a una dama que no era más que su novia Giovana, homónima de mi hermana y recién llegada de Caracas. Hasta allí todo bien, el cuchillo vino segundos después: “ ¿y oye, Oswaldooo, no es ese carro que está cuadrado afuera, todo sucio y raspado, tu auto nuevooo?”

...sí, Rinita, se supone que tendría que estar guardado… Ay, Manuelito, querido hermanito...

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