viernes, 27 de febrero de 2009

‘Chuleto’ no se va

“Mira, ‘Cabecita’, la verdadera razón por la que te he llamado para tomarnos estas cervecitas es porque… eh, emmm... me estoy despidiendo amigo. Me voy, mi ‘Cabecita’, me voy a España con mis hijos en unos días. Ya todo está listo…”
Las palabras de Jose Rodríguez Chávez, a esas alturas casi inentendibles para un tipo desacostumbrado a amaneceres de alcohol y charla como este formalito escriba, venían acompañadas de una expresión triste, llena de nostalgia, meláncolica. Eran las 5 a.m. del día lunes 24, y junto a Luis Gutiérrez y el “Pibe” acompañábamos desde hace varias horas al querido 'Chuleto' -apelativo cuyo origen desconozco- en la puerta de su tiendita de abarrotes, en la cuadra 11 de la calle Manuel Ubalde, barrio El Porvenir, justo frente a la casa de mi padre.

“… pero sabes, ‘mi Cabecita’, nunca me voy a olvidar de gente como tú, como el Pibe, como Lucho, este es mi barrio compare! Y tú, Oswaldo, tú seguiste mi camino y por eso me da gusto tomar hoy contigo, siempre has unido al barrio y eso vale carajo”
El moreno de piel cobriza y curtida, cabello ralo y nariz ancha y achatada como la del mejor boxeador mostraba su lado más débil, quizá vencido por la nostalgia y un destino casi inevitable para su difícil situación económica y conyugal: alejarse de sus orígenes, muy lejos. Como miles de peruanos vencidos por la desolación laboral ‘Chuleto’ decidió cruzar el charco y el 8 de marzo llegará a Vigo, donde lo espera su esposa, empleada de un supermercado desde hace ya cinco años.

Pero no se va sólo. Con él no parten nada más que sus dos hijos, Paola y Beatriz, sino también una maleta copada de hermosos recuerdos de comunidad, concordia, trabajo en equipo y promoción del deporte en el barrio Ubalde, además de algunos de mis más hermosos pasajes infantiles. Fue él quien, desde muy temprana edad, me dio la oportunidad de sentirme parte de un grupo, de descubrir mi vena altruista heredada de mi madre y hasta iniciarme en el fútbol como parte del equipo infantil de la Sétima Comisaría de El Porvenir.

Esa noche, comenzada con un amical “Oye, ‘Cabeza’, vente para tomar un parcito” llegada las 11. 30 p.m., , recordamos como nos juntamos para sacar adelante el club ‘Javier Heraud’, en la década de los 80 y sus triunfos históricos ante equipos poderosos de la zona; o cuando, ya con 16 años de edad, volví a juntar a esos peloteros de antaño para participar en torneos de veteranos y conseguir lo que tanto añoraba el barrio: ser campeón.

¡Cómo olvidarme querido ‘Chuleto’ del juego de uniformes que donó mi madre a tu ‘rojo Heraud’ ante quejumbrosas insistencias mías!, ¡Cómo ignorar que fuiste quien, de la mano, me llevó a participar de la prueba de selección para conformar el equipo de menores de la Sétima Comisaría en 1984!, ¡las noches en tu auto celeste buscando por todo El Porvenir los jugadores que necesitábamos para el equipo de fulbito!, ¡que me cargabas al estadio Mansiche para ver al querido Mannucci!

Te vas para volver quien sabe cuando, pero olvidar nunca ‘Chuleto’, tu recuerdo vagara por el barrio siempre, como esa pelota que cruza el asfalto de la calle 11 de Manuel Ubalde cada noche golpeada por los mocosos que hoy heredan tu enorme tendencia por promover el deporte y la inclusión social...

sábado, 21 de febrero de 2009

Se casó Paco (¿y yo?)


Era abril del año 2004 cuando, fresco aún como jefe de prensa del club Universidad César Vallejo, trabajaba en una oficina instalada en el campus universitario de esa casa superior. Cada mañana, luego de seguir los entrenamientos matutinos del plantel de fútbol me la pasaba metido en ese recinto, entre papeles, datos, grabadoras y alumnos que, curiosos, asomaban la cabeza por la ventana cuando pasaban presurosos hacia sus aulas. Redactando notas de prensa, actualizando la página web oficial del club o distribuyendo información requerida por los medios de comunicación mataba el tiempo.

Pero aún así, en tales aburridas circunstancias, conocí a quien se convertiría en uno de esos notables amigos que la vida me ha entregado. Esos, que a despecho de lo olvidado que uno puede tenerlos, siempre están allí, tan dispuestos que son capaces de tirarse veinte horas de viaje para hacer reportajes en una mina a cuatro mil metros de altura o comerse el riesgo de ser linchado y la vergüenza de secundar a un tipo que, arrepentido y enamorado, suplica perdón a una familia indignada que vive a 200 mil kilómetros de distancia, en la gran Lima.

“Maestro, usted tiene su experiencia en comunicaciones pues y quisiéramos hacerle una prueba para ver si puede dirigir nuestro programa de televisión. Al toque nomás, aquí al frente, en el canal 15” me dijo aquella mañana veraniega y nos hicimos compañeros de trabajo pero, fundamentalmente, amigos eternos. Ese fue y es Paco Barquero, que hoy, hace unas horas, se casó…

Se amarró tras ocho años de intensa relación con Gaby, pero no con ella, sino con Paola, a quien conocía hace muchos años e hizo su enamorada recién. El gordo parecía mozo de restaurante ficho con su inmaculado atuendo blanquinegro en la iglesia Fátima. Pero ni así me causó gracia… Verlo tan feliz me supuso leves sonrisas pero largas y abrumantes nostalgias. Y no se porqué pero las parejas felices me apenan. Será la envidia eh.

Pero bueno, se casó Paco. Y ya no tendré, probablemente, quien me acompañé hasta el fin de mundo cada que me arrepiento de meter la pata con una chica enamorada. O quien corra a mi lugar cuando este deprimido. O quizá no, de repente me sirva para descubrir que son más los amigos incondicionales como él. Que Luis Miguel, Lucho Amaya, Toño Gutiérrez, Martha, Rina, Challe, Jésica y Jose también merecen su crédito.

Feliz matrimonio mi querido Paco. Y que tu alegría conyugal sea imperecedera.