viernes, 13 de agosto de 2010

Para qué?


Hoy, superado la terrenalidad de Cristo y yacente en mi pensamiento, siento que mi ruta está completa. Y entonces, para qué seguir? aparece, espontánea, la interrogante. Para que si el camino se hace trepidante, y el horizonte asoma tenebroso, oscuro, como si a cada paso la estrella amarilla se alejara sobre el envés. Para que, si mi tramo ya no bifurca con el tuyo kilómetros más arriba, si tu trayecto es de norte y suelo parejo y el mío va hacia el sur en terreno agreste. Porque no parar si la esperanza terminó y hasta mi corazón agotó su combustible: la ilusión de seguir amándote.

Ya ni arrepentirse, como tantas veces, vale. Pues golpearse y pedir perdón ante la soledad no se acompaña con con tu adormecida alma, con tu facista actuar de dureza e indiferencia no forzada. Además, que méritos ha hecho un cuerpo que todavía navega en el limbo del querer o no querer?

Que tus ojos de luna en cuarto menguante alumbren la noche del otro, de alguien que si sepa amarte y le de paz a tu alma.

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