Cansado de ver tanta m... invadiendo nuestra ciudad sin el menor reparo, publiqué esto:
Leía, con cierta satisfacción ajena y mientras prestaba los servicios de un amable lustrabotas en la avenida España, un reporte venido desde Chiclayo, respecto de una sanción dispuesta por la autoridad municipal en contra de dos candidatos para los comicios municipales del próximo 3 de octubre. El motivo: haber pegado pancartas de promoción política dentro del casco urbano de la Capital de la Amistad.
Justicia legal plena, me dije con envidia, en tanto miraba alrededor y veía a mi ciudad convertida en una suerte de gigantesco baño comunal gracias a las costumbres nada limpias de candidatos que venden transparencia y legalidad pero que, en la gran mayoría de casos, no tardan en mostrar su lado deshonesto y codicioso cuando de campañas pre-eleccionarias se trata. De otra forma no se puede entender como casi el total de partidos políticos - algunos que incluso ya fueron sancionados caso el Apra y APP, por haber filtrado propaganda electoral en publicidad estatal- omiten la norma y siguen en lo mismo.
Ni las amenazas de Hidrandina en cuanto al censurado uso de postes de energía para pegado de afiches, ni las advertencias del INC para respetar zonas intangibles, ni las exigencias del JNE o los medios de comunicación – algunos todavía independientes y no cobijados al que más publicidad te compra o mayores favores te hizo o hará- para mantener una disputa intensa pero reglamentaria, discrepante pero respetuosa, genera reflexiones.
Peor aún, ni los reclamos de una población – encuesta tras encuesta- que siente que su ciudad cada vez pierde terreno ante la inseguridad, el desorden, la salud, educación, corrupción política y el desacato a la autoridad, promueven vueltas de timón en una ruta competitiva electoral que, cuantas veces ya, tiene mucho de bajezas y poco de altura. Así, amén de continuos ataques verbales, poca propuesta clara y algún saludable debate público, ni hasta las paredes de pobres colegios estatales en La Esperanza, alguna casona en el centro histórico o el pequeño muro que mi padre construyó en la puerta de su domicilio, en El Porvenir, se salvan de la pintura insana o el pegamento con olor a podrido que sostiene un papel con la foto de señores siempre sonrientes.
Las sociedades tienen las autoridades que merecen escuché alguna vez de un reconocido pensante. Vale la frase para los millones quienes sufragaremos en cuatro semanas pero, sobre todo, para la reflexión de esos candidatos que luchan por el voto sin reparos éticos hasta convertir nuestro ornato en letrina pública. Por eso, y en una ciudad que nominada, Capital de la Cultura, merece mejores opciones, aflora mi pregunta: ¿qué hicimos para merecerlos?
Oswaldo Rivasplata G. Diario La Industria de Trujillo
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