Ese caminar lo
conozco.
Rengo y saltarín, sabe de sombra y ardor, seguridad y riesgo, cobijo y desamparo, alegría extrema y llanto marcado.
De sonrisas y rudezas, de descansos e intensidades, de soles a cambio del dulce y también céntimos sin condición en manos solidarias.
Y dolores a ras de piso,
cuando el sol se tira al mar y el retorno se impone.
Pero nada puede con ese corazón. Implacable y persistente. Con
ese verde que te viste y es como la
canción universal: de esperanza. De suma fe.
Ese caminar lo conozco.
Lo siento. Va como el palpito de mi corazón. A veces suave, otras desbocado, ansioso.
Porque, debes saber, esos pasajes duros me asaltan con la oscuridad y la nostalgia como cómplices.
Porque, debes saber, esos pasajes duros me asaltan con la oscuridad y la nostalgia como cómplices.
Rengo, pero también
saltarín.
Una manzana, ¿señor?
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