“Estee, que planes para el fin de semana?, nada?, oye, estee, de repente podemos salir, están pasando una película muy buena en el Planet..” Hasta allí lo escuche clarito. Carlos, el flaco pelucón que habitualmente coincide con este incomprendido en mis eventuales asistencias nocturnas al gimnasio Forma, se desnudaba de sus temores y lanzaba sobre la bella Paquita sus ansiosos deseos de seducción y lujuria. Claro está, un perverso deseo maquillado bajo el velo limpio y blanco de un bonito y nervioso verso. Afane, aguaite, sondeo o mande en términos cholos, un fino cortejo en verso educado.
Tras el esforzado lance de mi amigo seguí con mucho sigilo la escena a través del enorme espejo frontal hacia mi: la flaca tragó saliva, lo miro al pobre cola de caballo como quien huele un bacalao de dudosa procedencia y…. atracó… o al menos esa fue mi impresión porque el flaco Carlos se despidió muy alegre y hasta le puso cuatro pesas más a su pobre sesión de carga con bíceps.
Así se conjugó una típica escena de flirteo al más puro estilo de novela setentera. Y así también, mientras descansaba de una serie de 40 esforzadas alzadas de triceps con mancuernas de 16 kilos, empecé a rebuscar hondas escenas en la trágica película de mi vida amorosa. Y no han habido ni muchos ni pocos de esos pasajes de cortejo, pero no por ello dejan de ser dignos de recordar algunos casos. Más aún si, considero, son los momentos más hermosos en cualquier proceso de vida en pareja. Después vienen la broncas, desentendimientos, rupturas y retornos...
Elvia. Atractiva e inteligente como ella sola... hacía buen tiempo que me había “marcado la placa” y no me daba cuenta. Cuando reparé en sus intenciones nunca supe como enamorarla hasta que una noche, entre baile y dos rones con cola, confesamos lo que sentíamos.
Yani. Aquí no hubo citas previas ni nada por el estilo. La rubia de figura de campeonato resultó más atrevida que monja en casa de citas y a la primera oportunidad que tuvo se me lanzó como futbolista a tiro de gol.
Karina. Como no recordarla. La conocí en una visita al colegio especial donde ella trabajaba. Cada partido dominical en el estadio Mansiche me enviaba mensajes de texto desde la tribuna occidente mientras cumplía mi trabajo como jefe de prensa de un club local. Por ese entonces tenía una linda relación y me resistía a seguirle el juego. Una noche, presa de mi depresión por haber cortado con JM, respondí a sus continuas propuestas. Era muy linda y frágil, pero tenía dos hermosos hijos que merecían algo mejor que un tipo con crisis existencial.
Jina, la linda docente resulta de los más lindos recuerdos que me deja mi paso por Sayapullo. Bella y noble pero disparatada como las yeguas de mejor sangre, darnos un primer beso supuso varias salidas, charlas y risas hasta que un cruce de miradas profundas en un taxi nocturno nos dio la complicidad que tanto buscábamos.
Angi. Sin desearlo nos encerramos en una pasión desenfrenada pero pura, transparente, en la que se cumplieron todos los procesos de manera estricta: conocernos, hacernos amigos, salir unas cuantas veces, confesarnos, querernos.
Lory, de data muy reciente. Se cansó tanto de esperar que tuviera la iniciativa que al menor descuido se guardó las diplomacias y me estampó un beso que hasta ahora recuerdo. Y bueno, era justificado, no disponíamos de mucho tiempo para pasarla juntos con mi recordada blanquita.
Zaira, amor de los más puros e inocentes, de adolescente. Nunca le robé un beso o siquiera un abrazo. Eramos escolares y saber que era amada en silencio por un querido amigo me obligó a borrar mis ilusiones a pesar que sentía su corazón palpitar cada vez que me miraba sonrientemente o cuando esperábamos el microbús de retorno a casa en el paradero habitual.
Dolly. Una noche de cielo estrellado en Huanchaco no pudimos resistirnos más. Fue muy rápido como sincero.
JM. Hasta el acto de conocernos fue digno del más hermoso de los cuentos. Caminábamos distraídos por los pasillos del edificio “D” en la Escuela de Comunicaciones de la universidad. Nos dimos tremendo golpe y una mirada que agradecieron nuestros corazones. la perseguí por medio año seguro que también me amaba. Me cansé de luchar y decidí apartarme. Ella, semanas después, me buscó y sorprendió con un tierno beso, una noche de fiesta estudiantil en la discoteca El Pueblo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario