viernes, 18 de junio de 2010

Reflexiones paternales


De la convivencia con mi padre, que no es corta, hay algunos aspectos que debería resaltar. Y bueno, siempre lo hay dentro de más de 10 años de vernos las caras y compartir tanto. Pero, no son tan grandes como para superar, y debo admitirlo, esa marca de fábrica que resulta imborrable en él: su carácter pesimista.

En mi viejo, conviven sentimientos tan claros como antagónicos y emergentes según las circunstancias: alegre, carismático y reilón… pero también amargo y negativo. Cuantas veces, desde que falleció mi madre, lo he escuchado reírse como un loco pero, en mayor medida, quejarse y lamentar una suerte que, vaya ironías, en otros resultaría motivo de tranquilidad. Pero su carácter disidente se lo evitan, pues. El siempre le buscará lo malo a las situaciones al menos que estas resulten muy convenientes para sí. Egoista. Nunca un abrazo fraterno, nunca un consejo paternal… sus buenos gestos aparecen cuando de materialismo se trata.

Pero es mi padre y así lo quiero. Por eso lloré con rabia contenida hace cuatro días en el área de emergencias del hospital Víctor Lazarte cuando cayó abatido por una sobredosis de Isorbide, un medicamento que le suministraron para recuperarse su estabilidad sanguínea. Eran las 10 de la noche, lo habíamos trasladado en correrías hacia el nosocomio por unos fuertes dolores en el pecho y, minutos después, junto a mis hermanos mayores sufríamos de verlo tan vulnerable. Es que ya cumplió 81 años y el tiempo le pasa la factura a una vida algo desordenada. Chulaco, como le llamo de cariño, es hipertenso, tiene las rodillas maltrechas a consecuencia de una severa artrosis que lo obliga a tomar corticoides y forzar a su débil corazón hasta sobresaltarlo como un motor de vehículo antiguo.

Pasado ese terremoto, el doctor Jesús Bendezú, cardiólogo de reconocido prestigio a cuyo consultorio lo llevé hace dos días, le ha dado una prescripción que debe cumplir fielmente por el resto de sus días. Cuatro captopril, una amfidipino y una aspirina diaria, sumada a una pastilla de meloxicam cuando sus rodillas lo agobian. Adicionalmente, le han prohibido consumir alimentos que contengan sal o grasa. Y recién ayer pudo dormir sin problemas. Igual que yo. Fuerza, Chulaco que, a pesar de todo, este pobre errático te quiere mucho.





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