Y allí está ella. Siempre esperando. Atenta cual madre a sus cachorros.
Con sus ojos grandes como platos brillantes.
Con su cabello alborotado que parece retar al viento y nariz de botoncito.
Y sus repentinos arrebatos que me complican. Y su cariño incombustible y paciencia de apóstol que me nutren el alma.
Es el amor que roza lo auténtico. Mi vidita.
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