En un país donde sacarle la vuelta a la norma es sinónimo de inteligente, donde se adula a los “pendejos” sobre los honrados, a los mediáticos más que a los de perfil bajo, a los “ criollazos” antes que a los profesionales, a los escandalosos y no a los moderados, figuras como Juan Joya Cordero pasan normalmente, desapercibidos, vagantes en una ciudad de indiferencia, en un sistema que los prefiere muertos para recién reconocerles una trayectoria verdaderamente destacada. Es la dura reflexión que uno desprende tras la ida del extraordinario ex delantero nacional. Veo diarios y televisoras nacionales
y ninguno alcanza la dimensión en el reconocimiento que sí le dan medios extranjeros como ocurre en Uruguay o de parte de la Confederación Sudamericana de Fútbol que hasta ha utilizado partidos de Copa Libertadores para rendirle tributo a un crack en toda la dimensión.
Al “Negro el Once” –como lo bautizó el relator uruguayo Herbert Pinto- le reconocen en tierras charrúas una trascendencia futbolística tal que es considerado el mejor puntero izquierdo que ha tenido la institución deportiva más representativa de esa nación y una de las más grandes del mundo.
Gran cabeceador y de furibundo remate de derecha, junto a Abadie, Rocha, Sacia y el mítico ecuatoriano Spencer se tituló seis veces campeón del fútbol uruguayo, fue ganador de la Copa Libertadores y dos veces campeón intercontinental: el 61 ante el Benfica de Eusebio y el 66 ante Real Madrid en el propio Santiago Bernabéu y en ambos casos con actuaciones memorables del notable moreno. Así y todo, siempre trasuntó la nobleza y humildad propia de los grandes y además, nunca estuvo vinculado a la vida fácil o fue portada por escándalos. Aquí lo ví dirigir a Morba FBC de La Esperanza, a inicios de los 90. En ese equipo duró muy poco, pero lo suficiente para evidenciar su jerarquía humana. Hasta la próxima.
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