Gozo, sufrimiento, alegrias, penas, subidas, bajadas, amor, desamor, ganar, perder. Pasada la base 30 encuentro - ¡al fin!- el espacio que buscaba para escribir lo que verdaderamente siento - así sea aburrido leerlo-y no parametrarme a las coyunturas noticiosas o requerimientos de un editor de tv, radio o periodico. ¿Quién soy?... un inefable que intenta ser bueno, un extraviado que quiere encontrarse...
miércoles, 27 de junio de 2007
Corazón, corazón...
Son las 11.30 p.m. del 27 de junio del 2007. Me encuentro en el corazón de la sierra liberteña, Sayapullo, un destino que ya se me ha hecho común. Y como es normal cada vez que piso este suelo, las horas se me hacen muy prolongadas y reflexivas al son de un contexto silente, espeso y oscuro: un campamento minero sobre las faldas de una montaña. Entonces, vuelvo con la película: ¿por que me cuesta enamorarme?, ¿por que no llega esa dama que tanto anhelo?
La interrogante se la hacía esta noche a Chelo, un amigo loretano que he encontrado en esta corporación y de quien admiro su pragmatismo para analizar las cosas del corazón. Asegura tener hasta cuatro parejas y a todas las quieres y las adora sin dudar. Yo, en tanto, sólo quiero una, pero que, lamentablemente, no encuentro. Para adorarla, respetarla y convertirla en la mujer más feliz del planeta. ¿Será Julia, la dulce y atractiva profesora de educación secundaria?, ¿o Luisa, la bella y atenta maestra de danzas?, me pregunto. Pero no, ninguna me toca el alma. ¿Donde, donde estás?..
domingo, 24 de junio de 2007
Un ángel, Jorgito
Dentro de las mayores satisfacciones que me generan trabajar con poblaciones de grandes carencias hay una que me desborda de amor el alma. Es la historia de un pequeño venido del cielo. Hoy, la comparto con ustedes…
A Jorge Bartolo Morales lo conocimos una mañana de noviembre del 2006, cuando acudimos a la inauguración de una de las sedes de la academia deportiva Sanmachi, en el caserío Nueve de Octubre, comprensión de Lucma, a tres horas de Trujillo. Chelo Cruzalegui, compañero de trabajo instalado en esa comuna, nos había comentado que allí residía un pequeño de extraordinaria candidez y enorme carisma pero que necesitaba ayuda para superar una malformación del rostro devenida en introversión y depresiones para el pequeño agricultor de ocho años.
Llegados al lugar acudimos en su busca y, previa charla con el gerente general de Corporación Minera San Manuel (CMSM), se decidió producir una película que sería presentada al Directorio de CMSM y convertida en el paso inicial para procurar una intervención quirúrgica que permitiera a Jorgito mejorar su salud. Hoy, han pasado varios meses de ese encuentro, y, el último de cuatro hermanos de la familia Morales Romero, ha fortalecido una esperanza que hasta hace unos meses le era indiferente…
“Y como me van a operar tío?, ¿como es eso?, ¿no me va a doler, no tío?”, pregunta continuamente cada vez que lo encontramos en la zona, ya sea pateando una pelota, jugando “bolas” con su “manchita” colegial o pastando sus tiernos cabritos “Luis” y "Blanca”.
Hace unos días visitó Lima por primera vez como parte de un chequeo médico de rigor pre-operatorio. Allí, junto a su querida madre, Veneranda, conoció muchas de sus fantasías plasmadas en enormes edificios, juegos pirotécnicos, figuras gigantes multicolores y “carros que parecían robots tío, grandazos” además de ser acogido especialmente por trabajadores de la sede central de CMSM.
Pero lo más importante, supo que la promesa que se le hizo no era una burla de las tantas que recibe de parte de sus inocentes amiguitos de la escuelita fiscal de Nueve de Octubre u otros incrédulos. Ahora, no deja de contarles a sus gatas “Carmencita Lara” y “Negra Carlota” o a “Luis” y “Blanca” que conoce las coloridas tiendas de la gran Lima donde le compraron ropa y zapatillas de moda, que ha comido postres en la Villa de Don Teo en Moche y pollo a la Brasa en la Huaca Brava de Trujillo, que vio un río gigante que la gente le llama "playa" o "mar", y, sobretodo, que pronto su carita será “diferente”...
Julio será el mes crucial según lo informado por Creando Futuro, la ejemplar asociación benéfica conformada por trabajadores de CMSM y responsable de todas las gestiones para la intervención quirúrgica al pequeño comunero. Y todos estaremos haciendo fuerza junto a él para después, celebrar una enorme fiesta, tan igual como le están preparando, secretamente, sus amiguitos de la escuelita de Nueve de Octubre. Claro que sí. Y gracias por existir Jorgito, por recordarme que tengo mucho de que enorgullecerme, por hacerme sentir vital.
viernes, 22 de junio de 2007
Gonzalito tiene novia
“Se llama Mary y sí, es mi enamorada. Es muy bonita y yo la quiero mucho.. y ya no me fastidies eh”...
El reencuentro entre mi querido sobrino (leer “Fuerza Gonzalito”, segmentos abajo) no pudo ser de lo más singular e irónico. El piojo, el enano, el 'chulka', el 'chupamoco' de la familia no sabe amarrarse los zapatos pero ya ¡TIENE NOVIA!
Así, con desparpajo y sin anestesia, lo expuso durante la visita a un restaurante campestre que hicimos junto a su papa y abuelo, el pasado domingo. Está algo bajo de peso y medio caprichosón, entendible si reparamos en la difícil situación que soporta. Sin embargo, nadie le quitará esa marca registrada devenida de una abuela hermosa que no pudo conocer pero siempre le cuida: su nobleza, su permanente intención por hacer el bien.
Por ser Día del Padre su madre tuvo la feliz idea de que permitir que visite a Víctor y así, la jornada en Moche -pueblo tradicional ubicado en las afueras de Trujillo- no pudo ser mejor. Nos acompañó además, Alejandra, su querida hermanita. Hoy ya está de vuelta en Tarapoto, pero se llevó consigo mi cariño renovado, mi promesa de estar siempre pendiente de él y cobijarlo. Y es que es el hijo de mi querido hermano, sangre de mi sangre. ¡Y que importa si ya tiene novia!, ¡total, es mi sobrino no!
jueves, 7 de junio de 2007
Bodas de Dios
“Juras ante Dios y la iglesia, Hugo, renovar los votos que asumistes hace 50 años junto a Julia, tu querida y fiel esposa”. “Sí padre” La voz del sacerdote y del feliz esposo ocupaban todo el recinto, se escuchaban nítidos como tañidos de campana en una noche silente. Sólo interrumpidas cuando la multitud rompió en aplausos sonoros y prolongados al tiempo que los nerviosos conyuges se daban un afectuoso beso rodeados de sus orgullosos hijos, sonrientes nietos y un par de inquietos fotógrafos que cual una ráfaga de luces daban proceso a los flashes de sus antiguas cámaras color negro.
Yo, en tanto, mudo testigo del evento, sólo miraba nostálgico la extraordinaria escena. Emocionado, ni atinaba a seguir el aplauso de las decenas de asistentes. En ese momento se me cruzaron como rayos rompiendo un cielo limpio los recuerdos de mis padres, siempre juntos, riendo y abrazándome, dando pleitesía al más pequeño de la familia. Sueños de cuando ella me enseñaba Matemática al amparo de su enorme talento y una velita intermitente o él, cuando retaba la capacidad de carga y la amortiguación de su auto sólo por darme el placer de llevar a todos mis amigos del barrio a jugar fútbol al Complejo Chicago, en las afueras de Trujillo.
Ya son 13 años los que se separaron, trece años de cuando preparaban sus Bodas de Plata. Como los dignos Juárez Amaya, como Hugo y Julia, hace unos días en la catedral de Trujillo.
Esto me ocurrió el último domingo, cuando se me dio por ingresar al centro religioso mientras esperaba una reunión. Hoy lo quise escribir. Un abrazo inmenso en las alturas mi querida madre. Gracias por tu ejemplo.
Yo, en tanto, mudo testigo del evento, sólo miraba nostálgico la extraordinaria escena. Emocionado, ni atinaba a seguir el aplauso de las decenas de asistentes. En ese momento se me cruzaron como rayos rompiendo un cielo limpio los recuerdos de mis padres, siempre juntos, riendo y abrazándome, dando pleitesía al más pequeño de la familia. Sueños de cuando ella me enseñaba Matemática al amparo de su enorme talento y una velita intermitente o él, cuando retaba la capacidad de carga y la amortiguación de su auto sólo por darme el placer de llevar a todos mis amigos del barrio a jugar fútbol al Complejo Chicago, en las afueras de Trujillo.
Ya son 13 años los que se separaron, trece años de cuando preparaban sus Bodas de Plata. Como los dignos Juárez Amaya, como Hugo y Julia, hace unos días en la catedral de Trujillo.
Esto me ocurrió el último domingo, cuando se me dio por ingresar al centro religioso mientras esperaba una reunión. Hoy lo quise escribir. Un abrazo inmenso en las alturas mi querida madre. Gracias por tu ejemplo.
domingo, 3 de junio de 2007
Puro corazón
Hace cuatro días viajé a Sayapullo -sierra liberteña- como parte de mis obligaciones laborales. El recorrido transcurría como es común: agitado y vistoso a la vez sobre una carretera accidentada pero rodeada de hermosos paisajes. Sin embargo, todo paso a segundo plano cuando ingresamos a un acontecimiento tan riesgoso como conmovedor. Este es el relato:
“Vamos mamita, pon de tu parte, tu puedes, tu puedes”, “con tranquilidad, en posición horizontal, no la fuercen que puede ser peligroso, así es, así es”, “cuidado con esa vía intravenosa que se puede salir, respira mamita, respira”, “tengan cuidado de no golpearle el vientre por favor”. Las voces de Wilmer Ríos, Jerry Rebaza, Américo Olivo y Rocío Chávez se confundían al mismo nivel. Ya no había jerarquías, estas quedaban de lado cuando se trataba de salvar una vida humana y en ese momento, avalado por las circunstancias, nuestro chofer, el adiposo Ríos, lideraba la operación de traslade de un paso a otro de Eda Valera, una sencilla campesina del caserío Cruz Pampa que, por designio divino, tenía consigo las armas –humanizadas en un grupo de trabajadores de la unidad Sayaatoc varados justo en ese lado de la carretera- para salvar a su criatura, todavía fetal, de un impertinente Placenta Previa. Esta se da con una incidencia de un caso sobre cada 500 partos y supone el brusco cambio de posición del líquido hacia la parte inferior del útero y genera sangrado vaginal fluido hasta llegar a un alto riesgo de muerte del feto. Había que actuar con rapidez y sumo cuidado.
Unos minutos de tensión, maniobras casi acrobáticas y Eda, cargada por el fortachón Ríos – y con esa fortaleza que casi siempre sólo se ve en las mujeres de nuestra sierra - ya había superado la pesada máquina atascada en plena carretera y que impedía el paso de la camioneta del Ministerio de Salud – que en ese momento la trasladaba- hacia un hospital de Trujillo. De inmediato Jerry –jefe del departamento médico en la unidad Sayaatoc, quien nos estaba acompañando en camino a la operación- tomó el mando: había que acondicionar el vehículo que habíamos ocupado hasta minutos antes. Cables que se rompían para amarrar un frasco de hidratante, maletas que se dispersaban para ganar espacio, asientos horizontales y una nerviosa parturienta echada boca arriba a un costado del chofer. “¿Suero?”, “listo”; “¿vía intravenosa?”, “listo”; “¿respiración?”,“normal”; “Rocío, tú la acompañas hasta Cascas, allá una unidad médica la está esperando para proseguir hasta Trujillo, rápido, rápido”.
Horas después y en el mismo lugar donde quedamos varados – carretera Cascas Sayapullo, altura del puente El Polo- nos reencontramos con Rocío, quien ya de retorno, nos daba la feliz noticia: “llegamos bien, todo el camino soportó el dolor y en el ‘cruce’ (entiéndase: ingreso a Cascas) nos estaba esperando el cuerpo médico de Trujillo que de inmediato la llevó a la ciudad; la acompañó Zily (Abanto, jefa del puesto de Salud de Sayapullo, quien también participaba en la acción médica)”. Al mismo tiempo que la risueña enfermera culminaba su información, se avivaba mi orgullo por tener tales compañeros de trabajo en la Corporación Minera San Manuel.
Hechos como el relatado y que atestiguamos el pasado 30 de mayo son comunes en un poblado de tantas carencias como Sayapullo, nos confesaba Jerry, mientras esperábamos –horas tras horas- sea desbloqueada la vía. Y su aseveración tiene sustento: en una comunidad de índice de pobreza superior al 90 por ciento y altos niveles de desnutrición infantil, las madres gestantes –la mayoría ubicadas en edades precoces- se resignan a ser asistidas por una matrona cada vez que deben concebir, con todos los riesgos que ello implica. Y si consignamos los altos grados de morbilidad que allí imperan, la resultante es más que lamentable. Pero, para suerte de ellas y de la propia comunidad sayapullina siempre encuentran en el centro médico del Proyecto Sayaatoc, que opera en el cerro San Lorenzo desde hace más de un año, personal dispuesto a ayudar, a dar lo último por asegurarles una salud adecuada y máximo respeto, tácito compromiso para todos los que laboran en el referido proyecto. Claro que sí.
“Vamos mamita, pon de tu parte, tu puedes, tu puedes”, “con tranquilidad, en posición horizontal, no la fuercen que puede ser peligroso, así es, así es”, “cuidado con esa vía intravenosa que se puede salir, respira mamita, respira”, “tengan cuidado de no golpearle el vientre por favor”. Las voces de Wilmer Ríos, Jerry Rebaza, Américo Olivo y Rocío Chávez se confundían al mismo nivel. Ya no había jerarquías, estas quedaban de lado cuando se trataba de salvar una vida humana y en ese momento, avalado por las circunstancias, nuestro chofer, el adiposo Ríos, lideraba la operación de traslade de un paso a otro de Eda Valera, una sencilla campesina del caserío Cruz Pampa que, por designio divino, tenía consigo las armas –humanizadas en un grupo de trabajadores de la unidad Sayaatoc varados justo en ese lado de la carretera- para salvar a su criatura, todavía fetal, de un impertinente Placenta Previa. Esta se da con una incidencia de un caso sobre cada 500 partos y supone el brusco cambio de posición del líquido hacia la parte inferior del útero y genera sangrado vaginal fluido hasta llegar a un alto riesgo de muerte del feto. Había que actuar con rapidez y sumo cuidado.
Unos minutos de tensión, maniobras casi acrobáticas y Eda, cargada por el fortachón Ríos – y con esa fortaleza que casi siempre sólo se ve en las mujeres de nuestra sierra - ya había superado la pesada máquina atascada en plena carretera y que impedía el paso de la camioneta del Ministerio de Salud – que en ese momento la trasladaba- hacia un hospital de Trujillo. De inmediato Jerry –jefe del departamento médico en la unidad Sayaatoc, quien nos estaba acompañando en camino a la operación- tomó el mando: había que acondicionar el vehículo que habíamos ocupado hasta minutos antes. Cables que se rompían para amarrar un frasco de hidratante, maletas que se dispersaban para ganar espacio, asientos horizontales y una nerviosa parturienta echada boca arriba a un costado del chofer. “¿Suero?”, “listo”; “¿vía intravenosa?”, “listo”; “¿respiración?”,“normal”; “Rocío, tú la acompañas hasta Cascas, allá una unidad médica la está esperando para proseguir hasta Trujillo, rápido, rápido”.
Horas después y en el mismo lugar donde quedamos varados – carretera Cascas Sayapullo, altura del puente El Polo- nos reencontramos con Rocío, quien ya de retorno, nos daba la feliz noticia: “llegamos bien, todo el camino soportó el dolor y en el ‘cruce’ (entiéndase: ingreso a Cascas) nos estaba esperando el cuerpo médico de Trujillo que de inmediato la llevó a la ciudad; la acompañó Zily (Abanto, jefa del puesto de Salud de Sayapullo, quien también participaba en la acción médica)”. Al mismo tiempo que la risueña enfermera culminaba su información, se avivaba mi orgullo por tener tales compañeros de trabajo en la Corporación Minera San Manuel.
Hechos como el relatado y que atestiguamos el pasado 30 de mayo son comunes en un poblado de tantas carencias como Sayapullo, nos confesaba Jerry, mientras esperábamos –horas tras horas- sea desbloqueada la vía. Y su aseveración tiene sustento: en una comunidad de índice de pobreza superior al 90 por ciento y altos niveles de desnutrición infantil, las madres gestantes –la mayoría ubicadas en edades precoces- se resignan a ser asistidas por una matrona cada vez que deben concebir, con todos los riesgos que ello implica. Y si consignamos los altos grados de morbilidad que allí imperan, la resultante es más que lamentable. Pero, para suerte de ellas y de la propia comunidad sayapullina siempre encuentran en el centro médico del Proyecto Sayaatoc, que opera en el cerro San Lorenzo desde hace más de un año, personal dispuesto a ayudar, a dar lo último por asegurarles una salud adecuada y máximo respeto, tácito compromiso para todos los que laboran en el referido proyecto. Claro que sí.
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