Gozo, sufrimiento, alegrias, penas, subidas, bajadas, amor, desamor, ganar, perder. Pasada la base 30 encuentro - ¡al fin!- el espacio que buscaba para escribir lo que verdaderamente siento - así sea aburrido leerlo-y no parametrarme a las coyunturas noticiosas o requerimientos de un editor de tv, radio o periodico. ¿Quién soy?... un inefable que intenta ser bueno, un extraviado que quiere encontrarse...
martes, 31 de julio de 2007
¡Ayuda Showboon!
Fue el extrovertido Ronald Yupanqui quien me lo advirtió – y de que manera- en una conversación informal junto a Eduardo y Edwin, otros dos compañeros de labores en la empresa que hoy ocupo. Hasta ese momento no lo había notado o quizá no había querido notarlo. Y la broma me cayó como puñal en muslo: “oye, compadre, estás camino al calvario eh, pronto tendrás que ponerte gorro todo el tiempo”
Para colmo – no era mi día eh – el Chino Edwin, desvistió su conocida cautela para, sin anestesia, soltarme el hachazo: “pucha, Oswaldo, unos años más y ya cuando vayas a la iglesia y el padre pide de rodillas, tu pondrás la cabeza en la grada”
Y bueno, reconozco que estuve intranquilo toda esa jornada. Así que llegué a casa y explore el espejo en mil posturas con tal de descubrir esa falta de pelo, esa incipiente entrada o despoblada mancha de cabello que revelara mi promocionada calvicie en desmedro de una cabellera que supo ser frondosa y ondulada como un mar calmo.
Y bueno, no me queda otro que apelar a Showboon ( ¿lo han visto o escuchado?), ese milagroso -según Pancho, otro amigo del trabajo que asegura deberle a ese frasco plomo su vistoso cabello negro – compuesto que se vende como salvador de los pelucones. A ver, en unos meses les cuento como me fue.
sábado, 21 de julio de 2007
Nostalgias de Copa América
“Oye, Oswaldo, no seas h… te has pasado toda la conferencia con el cuello de la camisa hecho una m…” Zoila, una nerviosa asistente de la Sala de Prensa de la sede Trujillo me había condenado a una vergüenza que hoy, pasado el tiempo, lo recuerdo como una linda anécdota. La risueña trujillana, presa de la premura, me anudo la corbata cual soga de marinero y bueno, así dirigí una rueda de prensa tras el partido entre Colombia y Venezuela, ante decenas de periodistas que me miraban como bicho raro mientras me señalaban el cuello. Yo, ni suponía que me querían decir hasta que mi amigo Pepe Hildago desveló el misterio y también muchas sonrisas celebrando la metida de pata.
Este y otros recuerdos –¡como olvidar el llanto de los jugadores argentinos cuando perdieron la final ante Brasil!- me asaltan con enorme nostalgia por estos días a propósito del torneo de fútbol más antiguo del continente. Ahora, tres años después, se disputa en Venezuela y yo no soy el jefe de prensa. Incluso, hoy me dedico a una labor totalmente desvinculada a esa, alejado de mis ideales periodísticos primarios pero no por eso decepcionado. Para nada.
Pero, eso sí, reconozco que si Perú llegaba a las semifinales, ¡me escapaba de la “chamba” y viajaba al toque a Caracas! Por supuesto…
viernes, 13 de julio de 2007
Concretando un sueño
Cuantas veces lo pensé, cuantas veces lo soñé… confieso que en los últimos dos años nunca he tenido una emoción tan intensa como recibir las llaves de mi propia casa. Ese sentir de tenencia de una estructura tan importante en la vida de cualquier mortal ansioso de desarrollo y concreción te genera un estímulo incomparable.
Hasta recordé a mi madre y quise pensar como hubiera recibido tal consecuencia. Probablemente hubiera llorado mientras me abrazaba o se le hubieran vidriado los ojos como me ocurrió cuando me dirigía en el taxi hacia mi nuevo hogar. Y es que era tan emotiva y expresiva con los logros de cada uno de sus hijos…
Dos pisos, cuatro dormitorios, sala (¡que linda es!), comedor, tres baños, amplia cocina, cochera, azotea, jardín… todo dentro de un bello condominio y sobretodo, en medio de una paz que alivia y que ni Plaza Vea (acaba de instalarse en la misma zona donde habitaré) altera. Ahora sólo falta conseguir una novia que la decore. Lo malo que no las venden en ninguna inmobiliaria...
jueves, 12 de julio de 2007
Historia de un "shoteo"
Ya me resulta masoquista, pero no puedo evitarlo. Los sentimientos de víctima, de sujeto marginado y despiadadamente excluido me asaltan cada vez que me ocurre algo malo. Y en un sistema donde los conflictos son pan del día la concluyente es que me deprimo continuamente. Y para colmo, esta vez me ocurre con una chica; con una hermosa pero desatinada chica.
Llegó desde la capital para hacerse cargo de un stand de información que he implementando dentro de una feria organizada por una universidad privada local. La linda Mery pisó Trujillo con esa tez trigueña dorada como paja teñida al sol, sus hermosos ojos negros como el ébano, esa figura fina y delicada cual porcelana y una sonrisa que derrite. Llegó y su coquetería me apresó. Así que nunca pude negarme a su invitación a tomar un trago.
Entonces, como hace tiempo no lo hacía por alguna chica me preparé con entusiasmo y devoción. Llegada la hora la llamé y pum… emergió esa característica tan propia de las que se sienten bellas y deseadas: el shoteo. Primero, sútil, como respetando un proceso previo, el tránsito hacia el cadalso: “Estoy con Leslie tomando un café, ¿dónde estás?, en un rato voy al hotel me baño y estoy lista. Ah, y ponte churro como siempre acostumbras Oswaldito”
Media hora después, ya fue letal: “sabes, me siento mal y por favor, perdóname Oswaldito, mejor lo postergamos para mañana, sí”
Ahora, 10.48 p.m., me siento una m… Como cada vez que creo haber sido agredido.
Y sólo tengo una cuadrada pc y tú, que me lees, con quien compartirlo. Que joda que es estar sin pareja eh…
Llegó desde la capital para hacerse cargo de un stand de información que he implementando dentro de una feria organizada por una universidad privada local. La linda Mery pisó Trujillo con esa tez trigueña dorada como paja teñida al sol, sus hermosos ojos negros como el ébano, esa figura fina y delicada cual porcelana y una sonrisa que derrite. Llegó y su coquetería me apresó. Así que nunca pude negarme a su invitación a tomar un trago.
Entonces, como hace tiempo no lo hacía por alguna chica me preparé con entusiasmo y devoción. Llegada la hora la llamé y pum… emergió esa característica tan propia de las que se sienten bellas y deseadas: el shoteo. Primero, sútil, como respetando un proceso previo, el tránsito hacia el cadalso: “Estoy con Leslie tomando un café, ¿dónde estás?, en un rato voy al hotel me baño y estoy lista. Ah, y ponte churro como siempre acostumbras Oswaldito”
Media hora después, ya fue letal: “sabes, me siento mal y por favor, perdóname Oswaldito, mejor lo postergamos para mañana, sí”
Ahora, 10.48 p.m., me siento una m… Como cada vez que creo haber sido agredido.
Y sólo tengo una cuadrada pc y tú, que me lees, con quien compartirlo. Que joda que es estar sin pareja eh…
viernes, 6 de julio de 2007
Las vueltas de Manolo
Tiene 38 años y estrecho vínculo a una plana estructura de 90 x 60, un montón de cemento encuadrado para un intento de plaza de armas. Una vuelta, dos, tres, cuatro, cinco… Sin parar, sin mediar en lo que ocurre a su alrededor. Como un trompo rezumbón. Buscando la meta a la que le guían la fuerza de sus piernas y el coraje de su corazón.
“Ven, acércate”, le pedí y reaccionó con celo. Quizá, cual esos pumas que los lugareños aseguran ver de cuando en cuando, supuso que invadíamos su territorio. Y con su paso torpe y desalineado emprendió la lenta retirada. “Ven mi amigo, ven, siéntate y conversemos un rato” insistí, ya con un discurso menos drástico y más amical. Sobreparó. Entonces, alentado por esa buena señal, recurrí a la última treta: un chocolate que tenía en el bolsillo y había comprado en una tienda de la zona y... bingo.
La conversación no fue tal con el hombre de sombrero de tela, camiseta deportiva y pantalón remangado en las bastas. Manolo sólo se queda en intentos para hablar. Sonidos guturales, saliva que desborda y manos que se mueven intentando explicar la fatalidad de un accidente que todo el caluroso caserío Porvenir -en Sayapullo, La Libertad- conoce. Secuelas de atrofia motora que intenta atenuar mediante vueltas interminables alrededor de la plaza de armas. 30 minutos diarios le dijo la obstetra de la posta médica.
Y tiene dos hijos muy pequeños: Jorge y David, los que nunca supieron que su padre cayó de una roca mientras picaba piedras para construir un muro y se golpeó severamente el cráneo. Y una esposa que lo abandonó tras su penosa caída. Pero ha sumado un amigo que admira su voluntad para salir adelante y que celebrará junto a él su total recuperación… Extraordinario, Manolo. Pronto, lo sé, llegarás a tu meta… como yo a la mía…
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