domingo, 30 de septiembre de 2007

Ráfagas oscuras

Estoy y no estoy. Circulo por una amplia avenida de luces brillantes e imágenes difusas de paso apurado… un semáforo en verde que no atino… sonidos como pitidos prolongados a mi espalda… un pequeño pretende venderme unas hamburguesas y no entiendo lo que habla... el carro se me apaga entre Miraflores y América Norte. Me falta gasolina. No me importa.

Estoy y no estoy. ¿Será la pena de sentirme tan solo entre tanta felicidad?, ¿será el abrupto recuerdo de un cariño frustrado que recaló en Europa y hoy me escribió una carta cariñosa?, ¿será la nostalgia por ella, esa risueña intérprete, tan lejos de mi de como sus intenciones de regresar al Perú?, ¿serán las secuelas espirituales de un complejo adquirido en la adolescencia?, ¿quizá la inesperada llamada de JM? , ¿la falta de un amor? Estoy y no estoy.

Retorno a la oficina para avanzar mis labores. Pero no, no puedo. A esta hora, la locación me resulta como una guarida para esconder el llanto. Aquí, entre hojas, lapiceros, computadoras y este blog, disipo mis problemas existenciales. Creo que la escritura es la mayor de mis amistades. Un mensaje a mi casilla de internet me hace recordar que soy importante para muchos; que valgo, que tengo mucho más por hacer... ha resultado mi luz al fondo de este túnel momentáneo.

Son las 11.59 p.m. y reparo en que no he cenado… Tip-top. Es el sonido seco del aviso de mensaje en el celular: “hola Oswi, que haces?, salimos?” se lee. No, Ana, no tengo ganas. Sólo quiero no volver a tener esta depresión en buen tiempo.

lunes, 24 de septiembre de 2007

Duras razones







A propósito de los acontecimientos generados hace unos días en la mina Sayaatoc (si usted gusta de leer las tonterías que escribo en este blog sabrá a lo que me refiero) hoy reflexionaba en torno a la severa actitud de los comuneros de Huancajanga. Intentaba entender su postura agresivamente contestataria, su iracunda rebeldía devenida en agresiones, ataques a mansalva, convicción por la destrucción. Me interrogaba del porque de su amargura, de su rechazo más allá – y yendo estrictamente al plano de lo ocurrido en Sayapullo- de las nocivas influencias del terrorífico líder huancajanguino, el tal Andrés Simón.

Siendo más profundo aún, buscaba coincidencias entre tantas disidencias acontecidas entre minería y comunidades en diversos puntos del territorio peruano. ¿Cuál es la médula conceptual que ayude a entender porque tales conflictos entre dos actores permanentes?, me decía. Majaz, Tambogrande, Combayo…

Y entonces, minutos después de hondas cavilaciones, recordé en hilera imágenes recurrentes en mi paso casi diario por los territorios del interior: pobreza extrema, panoramas sociales lacerantes, que quiebran el corazón del más duro, vidas de cloaca…

Recordaba a Jorgito y su malformación física nunca restablecida en caso no hubiera sido advertida por una empresa foránea, de Manolito, condenado a una autoasistencia obligada al no haber un bendito doctor en su caserío, del porvenireño Jorge Riva y su condena a perder la pierna derecha por no tener seguro médico, de Pedrito – el campesinito de Agua Limpia- y la maldita uta que le carcome los miembros inferiores mientras el gobierno celebra el alza en los índices de salubridad (a nivel urbano). De los inocentes niños que escribían ofensas sobre la camioneta que me transportaba, de los animales raquíticos por beber agua contaminada, de varones débiles y agotados por causa de la explotación a los que les someten viles patrones. De esa vivencia bodria de nuestros hermanos andinos mientras Alan García les pide un año más de tregua para paliar sus notables carencias.

Allí, en ese panorama sombrío que acompaña sus retinas cada día y se plasma en la extrema carencia de servicios básicos, sus negados derechos a una educación digna o asistencia médica decente, en sus niños de cuerpo endeble y sus casas de quincha, en su condición de vida deplorable, en esa amargura que les mina el alma desde hace centurias, podemos entender la razón de esas actitudes. Así, el tal Simón no resulta sino, el aprovechador de turno. El delincuente que, persuasivo de mentes ignorantes y cargadas de amargura, las exacerba a favor de sus bajos intereses. El que explota a los excluidos, los marginados, los desamparados del sistema, los cholos de “Todas las Sangres”, la extraordinaria novela de José María Arguedas.

"La culpa no es nuestra, sólo queremos aportar" expone con sustento un alto funcionario en una charla tras la superación del conflicto. Pero, ¿acaso sí es de ellos?

martes, 18 de septiembre de 2007

Cobardía

Siempre, desde años de infante, he ponderado la nobleza de las gentes del ande. Y más, creo, como testigo de excepción en innumerables oportunidades, en su plena intención de cordialidad, buen trato y receptividad incondicional ante el foráneo. Pero, obvio – y es lo que me jode ahora- esta concepción nunca será exenta de excepciones, dramáticas manchas oscuras que viví con la rabia del impotente ayer, 17 de setiembre.

En Sayapullo me encuentro ahora. Y no en horas felices. Intento, junto a 750 compañeros, defender nuestro centro de trabajo ante las malas intenciones de un grupo de revoltosos mal influenciados por quien debería promover la justicia social, un político con rasgos delincuenciales. En el proceso forme parte de una reunión con los furiosos agresores que habían bloqueado la carretera de acceso a uno de los campamentos del Proyecto Sayaatoc. La misma se desarrollaba con lógica tensión pero que no evitó recibiera la cordialidad de un tipo que me fuera presentado por Godrofredo Venegas, el profesor de la academia deportiva Sanmachi, institución que promueve la corporación minera en la que laboro.

Pasadas unas horas de haber ingresado a la reunión decidí abandonar el lugar. Así que emprendí la retirada tranquila y silente. En el camino me volví a cruzar con el personaje de marras quien me saludó cordialmente, como hace un viejo amigo. Mala percepción.

A los pocos segundos el tipo de casaca clara, pantalón azul y zapatos negros retornaba cargado de una enorme piedra en la mano derecha y la rabia en su rostro. Estaba acompañado de furiosas mujeres y perseguía a un grupo de policías que huían despavoridos. La confianza de su supuesta amistad me hizo asumir la situación con tranquilidad. Craso error: la enorme arma natural me impactó como una tromba en la espalda. Trastabillé pero pude recuperarme antes que el agresor me lanzará otro proyectil dirigido, esta vez, a mi cabeza. La misma suerte no la tuvieron consigo dos efectivos policiales que cayeron al piso y recibieron una brutal golpiza de la turba.

No recuerdo haber sentido tanta indignación como aquella vez. Es más grande que el dolor físico que soporto. Quizá lo vea pronto al cobarde, cuando la paz vuelva y –tengo plena confianza en que así será- el complejo sea totalmente recuperado. O de repente en unas horas me lo encuentre en las calles de este pequeño pueblo o en algún recinto cualquiera, ya sin la oscura ventaja de atacarme por la espalda o escudarse en cegadas mujeres. ¿Cómo reaccionaré?, confieso que deseo contárselos…

martes, 11 de septiembre de 2007

Ser digno (II)



Hoy es martes 11 a las 11 p.m. Acabo de retornar de un frustrado intento por hacer ejercicios en el gimnasio por culpa de los ruegos de mi amigo Chelo. El charapo anda más misio que profe a fin de mes y me pidió que lo jalara hasta el hotel donde se hospeda, tiempo suficiente para perder la opción de hacer un poco de fierros al final de una dura jornada de trabajo.

Pero bueno, no quiero hablar de máquinas ni del tarapotino. Esta noche deseo compartir mi sorpresa por la noctámbula actitud del number one, tan inesperada como digna tras los difíciles sucesos del pasado jueves. Acontecimientos que, si lee la crónica precedente a esta, servirán para entender el porque de mi impacto emocional cuando escuchaba su voz bronquial hace dos noches a través del hilo telefónico. Nunca tan humilde, nunca tan autocrítico, nunca tan imprudente –me llamó a las 2.45 a.m.- pero tan justo a la vez.

Reconoció sus rabietas, pero los sustentó en el marco de un proceso muy complejo como riesgoso en busca de consolidar proyectos de gran inversión. Sin embargo – y esto es lo muy valedero- admitiendo graves excesos y sin evitar una disculpa. “Vayamos para adelante, empujemos el carro…”, solicitó. "Ok, esa es la del líder, reivindicarse ante sus errores", retruqué, alimentando una esperanza de cambio en el controvertido number one.

Y en fin, Aurorita, se dio lo que querias. Mis vacaciones deberán esperar. Asi que (¿hasta que "El Primero" vuelva con sus pataletas?) seguiré corrigiendo tus informes. Pero tampoco te pases pues: se escribe “no te vaYas” mamita…

viernes, 7 de septiembre de 2007

Ser digno


Ayer fue una jornada muy difícil, plena de conflictos – peleas, amenazas, grupos agitados, estructuras rotas- dentro de un ambiente tenso, muy tenso, llegada la noche.

El number one, fácil presa de su exacerbado temperamento, nuevamente se la emprendió contra los fantasmas de su inseguridad, esos que lo persiguen cada tanto y le exigen arrebatos eufóricos, golpes de puño a la pared y ojos desorbitados sobre humildes empleados. Esta vez fue muy lejos…lloró una mujer. Otro sí reaccionó… ¡crack!, sonó una débil pared de madera, “¡tranquilo, no hagas locuras, contrólate!”, exclamaba intentando apaciguar la furia de un trabajador que, injustamente humillado, trataba de reivindicar su orgullo tantas veces golpeado.

La bravata se prolongó tras una breve tregua. Ya con otro protagonista por el lado menor. Ahora fue mi turno. No poder entenderlo, no interpretar su contradictorio discurso, era mi pecado. Entonces, hice lo que mi dignidad y mi madre me reclamaban: adiós empresa. La pase bien, me permitiste volver a palpar mi Perú real, y sobretodo, cumplir mi verdadera función: ayudar.