viernes, 7 de septiembre de 2007

Ser digno


Ayer fue una jornada muy difícil, plena de conflictos – peleas, amenazas, grupos agitados, estructuras rotas- dentro de un ambiente tenso, muy tenso, llegada la noche.

El number one, fácil presa de su exacerbado temperamento, nuevamente se la emprendió contra los fantasmas de su inseguridad, esos que lo persiguen cada tanto y le exigen arrebatos eufóricos, golpes de puño a la pared y ojos desorbitados sobre humildes empleados. Esta vez fue muy lejos…lloró una mujer. Otro sí reaccionó… ¡crack!, sonó una débil pared de madera, “¡tranquilo, no hagas locuras, contrólate!”, exclamaba intentando apaciguar la furia de un trabajador que, injustamente humillado, trataba de reivindicar su orgullo tantas veces golpeado.

La bravata se prolongó tras una breve tregua. Ya con otro protagonista por el lado menor. Ahora fue mi turno. No poder entenderlo, no interpretar su contradictorio discurso, era mi pecado. Entonces, hice lo que mi dignidad y mi madre me reclamaban: adiós empresa. La pase bien, me permitiste volver a palpar mi Perú real, y sobretodo, cumplir mi verdadera función: ayudar.

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