viernes, 5 de octubre de 2007

Historia entre rejas



Un año, quizá dos. Raída camisetita color crema, desteñido pantaloncito azul, zapatitos de cuero negripelados. Todos sobre un cuerpecito frágil, arrulado por un pecho amplio y cálido en una mañana fría.

Luisito tiene la mirada inquieta hacia una misma imagen: el grupo de extraños que recién habíamos llegado a su “hogar”. Mientras abraza a su madre recibe los afectos de dos jovencitas que, a juzgar por el desbordante cariño que le profesan, probablemente identifiquen en él a sus hijos no vistos, quizá muy lejanos, quizá abandonados hasta que sus madres alcen el vuelo… de la libertad.

Visitar el penal de mujeres de Trujillo me resultó sobrecogedor. Mayor a las expectativas que tenía de un recinto que no conocía. Y es que supuse escenas difíciles pero no al punto de encontrar bebes y niños compartiendo celdas sin haber cometido fechoría alguna. Como Luisito, quien debe su presencia a que, un delincuente que roba para drogarse mientras divaga en una esquina de Los Barracones del Callo, nunca lo ha querido conocer. Su padre.

Su progenitora en tanto, a la sazón treintañera, ha intentado paliar las urgencias de alimento para su tercer hijo bajo el peor de los métodos: el robo. Así que, hoy, lleva ya un año bajo la "sombra" - un deprimente cuarto de 4 x 3, fria cama de madera, dos sillas y un cuadro de de Sarita Colonia- y a la espera de sentencia.

“Gracias por venir señores periodistas… aquí tenemos muchas necesidades y son pocas las personas que nos apoyan… muchas gracias por esta donación de leche y vengan cuando quieran”… es la voz muy formal de la mayor del grupo. Otra, la más chicharachera, nos lanza la sorna, ya en la retirada: “a ver si esos papitos vienen más seguido, están como un buen pollo a la brasa” y casi en simultáneo, todos carcajean. En cambio, sólo sonrío. Y es que en ese momento sólo pensaba en Alejandra, mi sobrina de dos años, quizá los de Luisito, el pequeño de zapatitos de cuero negripelados…

No hay comentarios: