martes, 1 de marzo de 2011

Para no sentirse mal


Hay momentos, lógicos, obvios, en que nos sentimos como una M.

En que ni salir a la playa, jugarse un partido de fútbol, comerse una parrillada gratis, recibir un regalo o, ni siquiera salir con la chica más bonita del salón, sirve. Y aquel que diga no, la pita que lo partió. Lo malo resulta cuando en esas circunstancias, tan incómodas, no encuentres en tu alrededor más consuelo que tu propia soledad.

Pero, carajo si el hacedor es grande y mi madre le mete más pellizcos que la gran siete. Pues yo, inefable, melancólico hasta el infinito y siempre afecto a sentirme como una M…, cada tanto recibo, de inmediato a esos ataques que parecen empujarme a coger el cuchillo filoso con que la empleada de mi casa corta la carne, muestras sublimes, estímulos celestiales, climax de cariño que, la verdad, no creo merecer.

Vienen cargados en los brazos de un indigente, sonrientes en el rostro de un niño que fue abandonado por sus padres, en el beso de una pequeña que lava carros cada mañana, en el abrazo sincero de una madre que se prostituye pero no ha perdido la gratitud sincera. En aquel adolescente que vive en Alto Trujillo y a veces se droga, pero, quiere ser periodista…. en marginados que no quieren perder la esperanza… hasta en amigos comunes, simples y silvestres que no dejan de demostrarte que tu paso terrenal no es intrascendente.

Y, gracias mil, gracias por evitar, madre, dios, que el sentirme como una M… me arrastre. Gracias por tanto, que, la verdad, no creo merecer.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aldito, Aldito, si eres una persona con tan buenos sentimientos. Ya deja de atormentarte loquito lindo. Hay miles de miles de personas que te quieren y mucho y tu lo sabes.